Taryn Simon: “Me interesa descubrir quién vigila la frontera”
La fotógrafa estadounidense protagoniza una retrospectiva en París
Las imágenes de Taryn Simon (Nueva York, 1975) se interesan por todo lo que no queda a la vista, por lo que solo adivinamos de lejos y por lo que no logramos detectar pese a tenerlo en las narices. En solo década y media, la fotógrafa estadounidense ha protagonizado uno de los ascensos más fulgurantes que se recuerden, con un puñado de series que ponen en duda las jerarquías que nos gobiernan y a la vez subrayan la calidad falible de su medio de expresión. Tras exponer en el MOMA, el Whitney Museum y la Tate Modern, su trabajo lúcido e incisivo es objeto de una retrospectiva en el Jeu de Paume de París.
Pregunta. ¿Qué siente al observar todo lo que ha hecho en los últimos 13 años en una sola exposición?
Respuesta. Detecto un parecido entre todas las series, ya que toda mi obra pretende cuestionar los sistemas de poder y autoridad. Dicho esto, mi relación con el medio fotográfico ha ido cambiando. Al principio, mi acercamiento era más tradicional, hasta que llegó un punto en que me di cuenta de que la imagen no me bastaba y el texto entró en juego. Mi obra cobra sentido en ese espacio mental impreciso que se forma a partir de la fotografía y el texto.
P. Su trabajo parece preguntarse para qué sirve la fotografía y qué puede revelar esta, si es que logra revelar algo.
R. Es una cuestión que ya no resulta revolucionaria, porque la fotografía es un espacio de verdades múltiples, sujeto a distintas interpretaciones. Subrayar que la imagen no es un medio fiable no me interesa tanto como decir que la mente humana tampoco lo es.
P. ¿Por qué escogió la fotografía y no otra disciplina para trabajar?
R. Como decía antes, me interesan ideas muy abstractas, espacios marcados por una especie de ruido blanco, que resulta casi imposible describir de manera física. La fotografía es una buena manera de enclavar esas ideas en algo más preciso y tangible. Una instantánea puede ser la puerta de acceso a ese tipo de preguntas abstractas. Por ejemplo, mi imagen sobre la colección secreta de arte de la CIA [creada en 1947 para promover los movimientos artísticos estadounidenses, como el expresionismo abstracto, ante la estética soviética] va más allá de lo puramente factual. Nos obliga a preguntarnos si nuestro gusto por el arte responde solo a un programa gubernamental. De repente, pueden surgir otras preguntas. ¿Todo lo que sentimos es auténtico o responde a lo que el sistema nos obliga a sentir? ¿Existe algún tipo de autonomía?
P. Si aspira a incitar estas preguntas, es curioso que se niegue a calificar su arte como político.
R. Nunca he dicho que no lo sea. Lo que digo es que me parece simplista calificarlo así. En mi trabajo combino ideas procedentes de la política, pero también de la estética, la psicología, la antropología o la sociología. Me gusta definirlo como una masa amorfa que intentamos capturar sin conseguirlo, en lugar de dejarla mutar libremente.
P. En An American Index of the Hidden and Unfamiliar logró acceder a espacios inaccesibles para un ciudadano corriente, de un vertedero nuclear a las instalaciones de la NASA. Y en Contraband fotografió el material interceptado en la aduana de un aeropuerto neoyorquino, nunca antes fotografiados. ¿Los desafíos imposibles guían su trabajo?
R. Más que traspasar al otro lado de la frontera, me interesa saber quién la vigila, quién protege esos lugares secretos a los que los ciudadanos corrientes no tienen acceso. En el fondo, no me interesa fotografiar lo confidencial ni lo que queda detrás de esa línea de seguridad. Cuando me dejaron entrar en la NASA, no dieron crédito a mis demandas. No me interesaban nada sus equipamientos ni su tecnología, sino el lugar donde los astronautas organizan barbacoas para despedirse de sus familias antes de marcharse al espacio.
P. ¿Cómo logra convencer a sus interlocutores?
R. No existe una fórmula fija. Todo cambia en función de quién se encuentre al otro lado del teléfono. Al principio era más difícil que ahora, porque no tenía nada que enseñarles.
P. Se ha dicho que sus contactos ayudan. ¿Estar conectada con Hollywood [su marido es Jake Paltrow, hermano de Gwyneth, y Steven Spielberg suele acudir a sus inauguraciones] y tener a un padre funcionario del Departamento de Estado le han facilitado algo su trabajo?
R. Mi padre es un funcionario de bajo nivel, sin ninguna influencia. Y nunca trabajo con Hollywood, así que no sé cómo podría ayudarme eso. De hecho, una de las pocas negativas que he recibido fue de Disney, que me prohibió fotografiar sus parques. En realidad, los llamados contactos nunca funcionan. Todo lo que consigo es producto del esfuerzo.
P. Iba para científica ambientalista. ¿Cómo terminó en la fotografía?
R. Empecé trabajando como asistente de fotógrafos para pagar mi alquiler mientras estudiaba. Luego me dieron una beca fotográfica siendo bastante joven y ya no abandoné esa vía. Mi padre y mi abuelo ya eran ávidos fotógrafos, que me llevaban de excursión. Supongo que todo empezó con esas fotos de la naturaleza.
P. Ha terminado haciendo casi lo contrario: retratar nuestra civilización.
R. No lo veo así. Solemos oponer ambas cosas, como si fueran contrarias, pero para mí la civilización también forma parte de la naturaleza.
Real Views, a Star-forming Nebula, and the Office of Foreign Propaganda. Taryn Simon. Jeu de Paume. París. Hasta el 17 de mayo.
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