El flamenco en casa de Shakespeare
Las cantaoras Rocío Márquez y Silvia Pérez Cruz actúan a la luz de las velas en la sala Sam Wanamaker de Londres ante un público encandilado
El único artificio de la luz de las velas ha arropado el debut de Rocío Márquez y Silvia Pérez Cruz en un escenario londinense muy especial que replica la intimidad de los teatros jacobinos de puertas adentro. La sala Sam Wanamaker, ubicada en el recinto del mítico Shakespeare’s Globe, abrió por primera vez sus puertas a “las voces renovadoras de la música tradicional española” con sendos conciertos que las dos jóvenes artistas encadenaron en las veladas del domingo y el lunes ante un público británico definitivamente encandilado.
“Estas intérpretes jóvenes y modernas encaran las dos caras de una conversación musical que transporta la tradición española al siglo XXI y demuestra por qué es hoy relevante. Aunque Rocío y Silvia son muy diferentes, en ese sentido están también muy conectadas”, subraya el director musical del Globe, Bill Barclay, sobre las protagonistas del ciclo Iberian Nights (Noches Ibéricas), alojado en un nuevo escenario estrenado hace un año en el teatro que reproduce la antigua casa del Bardo. Concebida a la manera de los espacios donde hace cuatro siglos se representaban las obras durante el invierno, someramente iluminados con candelas, la sala Sam Wanamaker presentó el doble cartel de las españolas como una propuesta integrada.
El arte de Rocío Márquez (Huelva, 1985), ganadora hace siete años de la prestigiosa Lámpara Minera de las Minas de la Unión, “se acerca más al concepto de la música española que se tiene en el Reino Unido, porque aquí todo el mundo conoce el flamenco”, explica Barclay. Pero, a la vez, enlaza la tradición con la vanguardia “y nos abre al futuro de ese género”. Por malagueñas y abandolaos arrancó su actuación la cantaora onubense, con Miguel Ángel Cortés a la guitarra y el acompañamiento del dúo Los Melis, en lo que fue una recopilación de cantes de diferentes momentos de una carrera que no quiere someterse a fáciles encasillamientos. La jotilla de Aroche, el tango, o la guajira dieron paso a su muy personal homenaje al legado de Pepe Marchena, plasmado en ese último disco, El Niño, que tanto ha disgustado a los más ortodoxos, para acabar cerrando con otros palos más clásicos.
Varios de los asistentes a ese primer y aclamado concierto, en el que Márquez brindó una sentida dedicatoria a aquellos españoles presentes en el aforo y alejados de su tierra “por placer o por necesidad”, quisieron repetir en una segunda noche de la mano de Silvia Pérez Cruz y su socio artístico Raúl Fernández Miró. “Con ellos, el público ahonda en esa exploración de adónde va la herencia de la música española”, afirma Barclay en alusión a una propuesta inclasificable que bebe de la tradición mediterránea y transita por géneros tan diversos de la música popular como el flamenco, el fado o el jazz, creando lo que la prensa británica ha calificado de “un nuevo sonido europeo”.
La cantante de Palafrugell (Girona, 1983), acompañada por la guitarra del barcelonés Fernández Miró (1976), demostró su versatilidad de registros encarando temas del cancionero catalán, homenajeando a Enrique Morente y Pepe Habichuela o poniendo su preciosa voz al servicio de la poesía de Miguel Hernández. Cantó en portugués al ritmo de la bossa nova, en francés el Himno al Amor de Edith Piaf, en inglés con aromas de jazz e incluso en alemán uno de los lieder de Robert Schumann. Son algunas de las versiones que integran su último disco, Granada, y que presentó durante una velada en la que hubo una constante interacción con un público, puesto en pie tras la despedida con Pequeño Vals Vienés.
Babelia
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