El ajedrez moderno nació en España hace 500 años
Isabel La Católica inspiró la figura de la dama como la pieza más potente
Todo se ve claro en el documental La Dama del Ajedrez, de Agustí Mezquida, que se exhibe en la Cineteca de Madrid hasta el domingo. El ajedrez con las reglas actuales nació a finales del siglo XV en España, muy probablemente en Valencia. La diferencia con el que trajeron los musulmanes es la incorporación de la dama, que da un gran dinamismo al juego porque es la pieza más potente, en homenaje a Isabel La Católica.
El ajedrez arábigo o antiguo era una magnífica excusa para ligar en la Edad Media; más concretamente, para entrar en los aposentos de una mujer sin ser etiquetado de indecente. Tenía su lógica: el juego era mucho más lento que ahora, menos dinámico, porque la pieza que ocupaba el lugar de la dama, alferza, sólo podía ir a una casilla contigua en diagonal. Es decir, las partidas eran muy largas, y se iban mezclando con bailes, conversaciones y requiebros. En realidad, lo más frecuente no era jugar una partida entera, sino algo parecido a los diagramas con la leyenda "Blancas juegan y ganan" que se ven ahora en los periódicos: se partía de una posición determinada que obligaba a buscar una combinación brillante, casi siempre difícil de encontrar, lo que también generaba tiempo para el lisonjeo y el cortejo paciente.
Así se explica la curiosa trama de los 64 poemas (uno por cada casilla del tablero) Schachs d’Amor (ajedrez amoroso), publicados en 1475 por Cstellví, Fenollar y Vignoles, en los que ya se entrevé que algunos intelectuales valencianos están barruntando la introducción en el tablero de una potente figura femenina que dé mayor dinamismo al juego de reyes, exportado por los musulmanes a lo que hoy es España hacia el siglo IX. Al principio, como un pasatiempo exclusivo de los ricos, pero el tiempo lo hizo interclasista e interétnico, como se demuestra en el maravilloso Libro de Xadrez, dados e tablas, escrito por Alfonso X El Sabio en 1283, que se conserva en el monasterio de El Escorial. El rey de entonces subraya, en castellano antiguo, una idea vigente hoy: el ajedrez es una magnífica herramienta para la buena convivencia de musulmanes, judíos y cristianos.
Y ahora viene el ingrediente que convierte a esta historia real en una buena base de novela o película de ficción. El libro que muy probablemente demostraría el nacimiento del ajedrez moderno en Valencia ha desaparecido. Se trata de Llibre dels jochs partits dels schachs en nombre de 100, publicado por el segorbino Francesch Vicent en 1495. La profunda investigación del historiador valenciano José Antonio Garzón, quien ha dedicado más de media vida a ello, con importantes aportaciones de Ricardo Calvo (1943-2002) y de su viuda, Carmen Romeo, indican que ese libro es el primer tratado de ajedrez moderno. Se sabe que un ejemplar se perdió tras el asalto de las tropas napoleónicas a la abadía de Monstserrat, en 1811. El coleccionista estadounidense John White y el propio Garzón han buscado otros, sin éxito. Se ha convocado el Premio Internacional Von der Lasa, dotado con 18.000 euros, a quien encuentre alguno.
El ajedrez moderno nació en España, un gran imperio entonces, que lo exportó a gran parte de Europa y a América
Como casi toda creación española, ésta incluye una polémica. El historiador Joaquín Pérez de Arriaga sostiene que la desaparición del libro de Vicent impide asegurar que el ajedrez moderno se inventara en Valencia, y por tanto debe considerarse a Salamanca como su lugar de nacimiento, basándose en el libro de Lucena, Repetición de amores y arte de ajedrez, impreso en 1497. Sin embargo, los expertos de Valencia consideran que esa obra es, básicamente, una traducción al castellano de la de Vicent, escrita en valenciano.
Sea como fuere, está muy claro que el ajedrez moderno nació en España, un gran imperio entonces, que lo exportó a gran parte de Europa y a América. Sin embargo, la inmensa mayoría de los españoles desconocen ese hecho, lo que seguramente no ocurriría si el país inventor fuera Francia, Alemania o el Reino Unido. No parece descabellado sugerir que el ajedrez –cuya imagen está ligada a la inteligencia– forme parte de la marca España, pero la probabilidad de lograrlo no es muy grande, a juzgar por lo que Agustí Mezquida, director del documental La Dama del Ajedrez, ha sufrido durante ocho años hasta estrenarlo el pasado miércoles en Madrid, horas después de que los partidos políticos acordasen por unanimidad impulsar el ajedrez como asignatura. "En TVE prefieren comprar documentales de la BBC al por mayor, porque son más baratos, que uno español como el mío. También lo ofrecí a la Semana Internacional de Cine (Seminci), de Valladolid, pero lo rechazaron. Luego comprobé que todas las películas aceptadas versaban sobre hechos posteriores a la Guerra Civil. Y me pregunto si los organizadores consideran que lo anterior a la Guerra Civil es prehistoria", explicó Mezquida tras la proyección.
La incorporación de la dama como pieza muy poderosa –la reina Isabel también lo era– tuvo importantes consecuencias sociológicas. La nueva versión del ajedrez era un juego de guerra muy dinámico, que exigía mucha concentración; por tanto, ganar y ligar durante la partida ya eran difícilmente compatibles. Quizá esté ahí el inicio de la tremenda desigualdad de sexos actual en cuanto a calidad y número de practicantes –sólo hay una mujer entre los cien mejores del mundo–, porque los ambientes del ajedrez empezaron a ser muy masculinos.
Además, se decidió que cuando el peón llegaba a la última fila podía transformarse en dama; es decir, un hombre se transformaba en una mujer, algo inaceptable y sacrílego para el rígido catolicismo de la época. Pero la pasión que despertó el nuevo ajedrez era demasiado grande para ser frenada por esa idiotez; de modo que los italianos encontraron la solución: el pedone pasó a llamarse pedona, y asunto resuelto. Hoy, más de 500 años después, esa pasión sigue enardeciendo a muchos millones de personas en todo el mundo. Y España es el país que más torneos internacionales organiza, y el más vanguardista en las aplicaciones pedagógicas y sociales del ajedrez, aunque sus ciudadanos lo desconozcan.
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