Luz de tinieblas
'Goya político' es el trabajo de un historiador que nos lleva a un conocimiento muy preciso del marco de desarrollo de la vida artística del aragonés
En su Goya recientemente publicado, Tzvetan Todorov definía la orientación de su análisis del pensamiento del pintor aragonés: explicar “el sentido de su revolución pictórica y el cambio radical que aporta al pensamiento de la Ilustración”. Para ello, en su espléndido libro, prescindía de temas como la tauromaquia y de los retratos; una opción realmente cuestionable y prueba de que la complejidad de la obra goyesca es una trampa susceptible de capturar a los más avezados.
Algo así sucede de nuevo alguna vez en el libro que ahora llega sobre la dimensión política de su producción, a cargo de Jacques Soubeyroux, presidente emérito de la Sociedad de Hispanistas y autor de un estudio capital sobre la sociedad española de 1800, Pauperismo y relaciones sociales en el Madrid del siglo XVIII.
Goya político es el trabajo de un historiador que no solo se ocupa del estudio de las ideas y de las imágenes, sino que desde su especialidad nos lleva a un conocimiento muy preciso del marco social en que se desenvuelven la formación y el desarrollo de la vida artística del aragonés. Para empezar, una brillante síntesis. A partir de ahí aborda el contraste de su doble innovación, ideológica y estética, con la trama de componentes irracionales que obstaculizan la afirmación de las Luces en España. Cabría pensar en la existencia de un enlace entre el despliegue de la imaginación de Goya, que desborda en su iconografía los límites del racionalismo ilustrado, y ese mundo demasiado real de inquisidores, superstición, depravación moral, nobleza inútil y clero en plena degradación. Así cumple Goya con “el contrato que lo une a la sociedad entera”, propósito destacado por Soubeyroux. La huida hacia un imaginario de pesadilla encaja con la rigurosa crítica social.
Aunque posiblemente El sueño de la razón produce monstruos sea ante todo una advertencia —ahí está el que se apodera de la pluma a la derecha del durmiente—, este propósito no excluye, todo lo contrario, la lectura de Soubeyroux aludiendo a “las imágenes obsesionantes que le atormentan”. La esclarecedora interpretación de los Caprichos se sitúa ya bajo el signo de esa “luz de tinieblas” que preside hasta el final la obra de Goya, y que, por referencia al estallido del liberalismo en la crisis de 1808, destaqué hace poco en un trabajo de ese mismo título. De la oscuridad de la España de Carlos IV emergió un proceso revolucionario, al que Goya se adhiere mostrando lo que nuestro historiador califica de “indestructible fidelidad a su ideal de humanidad y libertad”.
Un punto débil de Goya político, que también afecta al libro de Todorov, es la falta de aproximación a algunos rasgos y obras, capitales para apreciar su compromiso político. Así, en el Tres de mayo, hubiera sido útil contrastar el análisis de Starobinsky con la valoración de Muñoz Molina; en los Caprichos y en los retratos de Godoy, la crítica inevitablemente escondida hacia el vértice del poder, en particular María Luisa, el propio Godoy. Y sobre todo era necesario detenerse en el fantástico retrato de Fernando VII para el Ayuntamiento de Santander, de 1814, donde los componentes heroicos del encargo son uno a uno destrozados (como destaca Esteban Lorente), desde el león aborregado a los pies del monarca, y el campo de batalla que Fernando nunca pisó, hasta la requerida imagen de España que se transforma nada menos que en la Constitución con el dedo de la mano izquierda alzado. La misma figura que en el último de los desastres,envuelta en luz, proclama desde la leyenda: “Esto es lo verdadero”.
Goya político. Jacques Soubeyroux. Ediciones Fehme. Madrid, 2014. 178 páginas. 18 euros.
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