Por el cambio
Durante meses fue una petición generalizada el tratar de estimular el movimiento de los indignados hacia la participación política
Durante meses fue una petición generalizada el tratar de estimular el movimiento de los indignados hacia la participación política y evitar que adoptara una deriva antisistema. Resulta que el esfuerzo actual consiste en reprochar esa acción. Podemos atrae porque el proyecto regenerador no está asociado a antiguos militantes de partido díscolos o desencantados, sino a caras nuevas. Algunos de ellos habían funcionado como asesores de IU y militaban en formaciones de izquierda radical, pero carecían de antecedentes electorales. En un movimiento de enorme ridiculez tanto política como mediática se ha desatado una obsesión por encontrarles episodios corruptos que en demasiadas ocasiones viene acompañada de falta de rigor y una inquisición demasiado selectiva. La misión es complicada porque delata la falta de ánimo investigador durante las últimas décadas y, peor aún, es tarea vana encontrarles corruptelas de la magnitud que jalonaron el aznarismo, cuando no era España la que iba bien, sino Suiza y Andorra, las que iban fenomenal.
La concentración de simpatizantes de Podemos llenó Madrid desde días antes de entusiastas venidos de casi toda España. El éxito de convocatoria pretendía emular los mítines de final de campaña que Felipe González protagonizó en el año 1982 bajo el lema, tan exitoso que vuelve a repetirse cada poco tiempo, de "Por el cambio". Alguien debería reflexionar sobre el hecho de que de los seis líderes que subieron a repetir el mismo discurso básico sobre el sueño del cambio, cinco son profesores y la sexta es investigadora. Puede que el partido de los profesores tenga mucho que ver con la acción gubernativa, que ha despertado la furia de distintos sectores funcionariales, alarmados por unos logros consistentes en hundir lo público y malvenderlo a negocios privados.
Vaciada desde dentro Izquierda Unida, los socialistas miran hacia Andalucía como bastión de resistencia hacia la pasokización a la griega del PSOE y su tránsito a la irrelevancia. La derecha respira tranquila, por ahora le salen las cuentas si logra motivar a sus votantes con el miedo. La obsesión general no ha de ir por desenmascarar ni desacreditar al nuevo partido, sino por entender las razones de sus simpatizantes y tratar de descubrir si caminan con un plan razonable o se contentan con exprimir la indignación para beberse un zumo de poder.
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