Pasión y culpa de la hermanastra del Minotauro
La actriz Emma Vilarasau protagoniza en el Teatro Romea de Barcelona la ‘Fedra’ de Racine, en un montaje de Sergi Belbel
Hija de Minos, rey de Creta, y de la zoofílica reina Pasifae, que concibió al monstruoso Minotauro tras satisfacer mecánicamente (!) su pasión con un toro, Fedra es uno de los grandes personajes femeninos de los mitos griegos. Eurípides la elevó a gran figura de la tragedia al llevar a escena su amor incestuoso y malhadado por su hijastro Hipólito, tema que recogieron después Séneca y Racine, añadiendo el segundo variantes, como los celos y la fuerza fatal de la pasión, y cambiando el significado último de la historia. La Phédre(1677) de Jean Racine está considerada una de las cimas del teatro francés por la belleza y virtuosa precisión de sus versos, de métrica perfecta y la forma genial, de profundo conocedor del alma humana, con que el dramaturgo desarrolló la inconveniente pasión de Fedra.
Tras Núria Espert, que la encarnó en la versión de Espriu (Una altra Fedra si us plau, 1977) y Rosa Novell, que protagonizó el montaje de Joan Ollé de la obra de Racine estrenado en 2002 en Almagro y el Grec de Barcelona, otra gran actriz catalana se enfrenta al personaje. Emma Vilarasau (Sant Cugat, Barcelona, 1959) es la Fedra del espectáculo del mismo título que dirige Sergi Belbel , autor también de la nueva traducción al catalán para la ocasión, y que arranca sus representaciones el próximo martes en el Teatro Romea de Barcelona.
Vilarasau, uno de los rostros más conocidos de la escena catalana, ganadora de un Goya en 2005, está sentada en uno de los sillones del vestíbulo del Romea, entre un ensayo y una prueba de peluquería y vestuario. Se la ve algo desvalida y un punto melancólica en este gran espacio vacío y esta tarde que languidece. Pero enseguida sonríe y muestra esa alegría pícara que es una de sus características desde que era una jovencita estudiante en el Institut del Teatre de Barcelona hace ya, ay, tantos años. Su marido, el también famoso actor Jordi Bosch, interpreta a Gloster en el Rey Lear que se estrena esta noche en el Lliure. Gloster —al que le arrancan los ojos como a Edipo— y Fedra… habrán estado entretenidos en casa. “Sí, sí”, ríe Vilarasau, “estamos un poco rayados, los dos somos muy obsesivos y no hemos parado de hablar de nuestros papeles”. Pasamos a la familia de Fedra, por ir adentrándonos en el tema, y le recuerdo la historia de cómo Dédalo construyó a su alocada madre, Pasifae, a la que Poseidón había inspirado un violento deseo por un bonito toro, un simulacro artificial de vaca de forma que pudiera meterse ella dentro y consumar su antinatural y bestial unión. Vilarasau arquea las cejas. Con una madre así —y una tía como Circe— no es raro que Fedra sea dada a las pasiones extremas, sugiero. “Es hereditario, esa influencia torcida de Venus, ¡y recuerda que era medio hermana del Minotauro!”. Con Racine, sin embargo, estamos en otro terreno, lo mitológico lo deja de lado para concentrase en lo humano. Una historia de deseo de fémina madura por jovencito tan eterna como la de la mujer de Putifar y la de Mrs. Robinson.
En cuanto a de qué trata la Fedra de Racine, Vilarasau lo tiene claro: “Habla de deseo y de culpa. Y de la culpa del deseo sobre todo. El deseo sexual inspira mucha culpabilidad, vergüenza y autodesprecio. Ese deseo es de las pocas cosas que no eliges; luego puedes someter a la voluntad su realización o no, pero el deseo mismo es una fuerza poderosa, muy irracional, animal”. Ahí estamos en el terreno del Minotauro que todos llevamos dentro, apunto. “Es algo que seguimos teniendo sin solucionar, la culpa de desear a quién no tienes derecho a hacerlo, a quien no te toca”. En la Fedra de Racine, continúa la actriz, “el deseo no consumado por su hijastro Hipólito se convierte en obsesión”. Vilarasau juzga peor esa obsesión que la consumación del deseo. “La transgresión crea culpa pero la obsesión es más insana psicológicamente”.
En realidad, lo de Fedra con Hipólito (Xavier Ripoll), al fin y al cabo hijo de su marido Teseo (Lluís Soler) con una amazona, no hubiera sido tan pecaminoso. “En puridad no hubiera sido incesto, y además Racine incluye el rumor de que Teseo habría muerto, pero para los griegos, y para él, era algo igualmente aberrante”. En Eurípides, y perdonen el viejo spoiler, Fedra se ahorca sosteniendo en la mano una tablilla en la que, despechada, acusa ante su marido a Hipólito de tratar de violarla. “Racine cambia eso y hace que Fedra se envenene en escena no sin antes proclamar la inocencia de Hipólito, así que la redime”. Es tarde para Hipólito, que desterrado, ha muerto ahogado huyendo de un monstruo marino (quien sabe si su propio deseo). Es curioso recordar que Racine fue sospechoso de envenenar a su antigua amante, Du Parc.
¿Encuentra alguna identificación Emma Vilarasau con Fedra? “Todos tenemos culpa, todos hemos deseado, y Fedra tiene una edad. Siente este deseo brutal y posiblemente es la última vez. Eso es muy comprensible para una mujer”. A Emma Vilarasau se la considera en cierta manera la heredera natural de la desaparecida Anna Lizaran. "No, no, Anna era ella absolutamente irrepetible, inimitable. No me considero para nada su heredera, no puedo serlo ya que no puede serlo nadie. Igual que no ha dejado heredero Fabià Puigserver y no lo dejarán Lluís Pasqual o Núria Espert". La actriz se entristece. "la oigo aún en Agost, tan adorable y gamberra. Era de las actrices que tenían más claro todo lo que esto", dice con un gesto vago que abarca al teatro y a la vida, "tiene de juego".
Equilibrio entre palabra y emoción
¿Cómo llevan la obra a escena? ¿Se ha cortado? “Nada, absolutamente nada. No es una obra larga, no llega a las dos horas. Sergi Belbel ha hecho una adaptación maravillosa, en verso blanco. Racine es muy directo, usa las palabras con una precisión absoluta”.
Fedra, el personaje, tiene un montón de esos versos. "¡Mil y pico!". ¿Y cómo los dice? "¡Como puedo!", bromea la actriz. "Desde luego no à la Comédie, pero respetando el verso, su ritmo y su pulsión, el verso te lo marca todo. Las palabras en Racine están vivas. Sergi nos dice: 'Me gustaría poder tocar las palabras', han de tener contundencia. Es al revés que otras obras en las que pones el sentimiento por delante de la palabra; aquí es la palabra la que debe arrastrar la emoción. Pero no basta solo con decirlas. Hay un equilibrio fragilísimo entre palabra y emoción".
El montaje de Belbel es muy clásico, con escenografía aparentemente muy simple y un vestuario mixto: ellos, de militares; ellas, con prendas vagamente alusivas a la tragedia. "No inventamos nada nuevo, esta Fedra no es un superespectáculo, el espectáculo en sí es el texto".
Emma Vilarasau está entusiasmada con el verso. "Nunca lo había hecho antes, excepto precisamente el fragmento de Fedra que recitaba en Barcelona de Pere Riera (2013), en la que interpretaba a una actriz. El proyecto actual viene de ahí. Me leí otra vez toda la obra de Racine, y cuando Borja Sitjà me preguntó si tenía algo en la cabeza para el Romea le dije que, puesto a escoger, Fedra".
Fedra, pese al título y la importancia central del personaje, es, subraya la actriz, muy coral. "Hipólito, Teseo, la amada prohibida del primero, Aricia (Queralt Casasayas); la nodriza confidente de Fedra, Enona (Mercè Sampietro, nada menos)… Hipólito tiene en Racine el mismo problema que Fedra, ama a alguien a quien no puede: aunque los jóvenes están aprisionados en algo más, el afán de castidad, algo que quizá sea una influencia del jansenismo en Racine".
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