El poeta loco de Tubinga
Una nueva biografía de Hölderlin narra con empatía sus amores, deshace tópicos, y recrea ambientes prerrománticos
"Hölderlin war kein Narr" —Hölderlin no estaba loco—; así rezaba la pintada en trazos negros que durante años pudo leerse sobre la pared amarilla a la entrada de la célebre torre de Hölderlin, en Tubinga. En el bonito edificio semicircular rodeado de sauces, a la orilla del Neckar, el poeta pasó recluido la segunda mitad de su vida. La versión oficial dice que "perdió la razón" con 36 años; a partir de entonces se transformó en un anciano prematuro y, alejado de sus familiares, vivió de la caridad del ebanista Zimmer, un devoto lector del Hiperión, acaso el libro más hermoso de la literatura alemana. En la torre lo visitaban los escasos entusiastas que reconocieron su genialidad, y seguían confiando en ella. Hölderlin los agasajaba con pequeños poemas, simples, rotundos.
Locura o no, lo cierto es que la vida trató mal al bueno de Hölderlin (1770-1843), quien se empeñó en ser solo poeta, en un tiempo en que esto era un suicidio. Dotado de singular talento artístico, fue además un idealista anticonvencional, un enamorado del amor y un amigo de la libertad cuando tanto el uno como la otra languidecían cargados de cadenas. Las circunstancias históricas adversas y su propio carácter precipitaron su destino.
Era fogoso, iracundo, noble y sensible en extremo; justo las cualidades que atraen la desdicha
Era fogoso, iracundo, noble y sensible en extremo; justo las cualidades que atraen la desdicha. Orgulloso de sí a la par que humilde, sentía una enorme confianza en su arte; sufrió en lo más profundo la incomprensión existencial y el acoso de su tiránica madre, pues ésta quería que renunciara a sus poemas, se casara y se contentase con ser un apacible párroco rural. Sí, quizás el joven Hölderlin tuvo la cabeza llena de pájaros. La Grecia clásica idealizada era su sueño; héroes, heroínas y filósofos, sus ejemplos a imitar; ¡y los ideales de la Revolución Francesa! Todo ello chocaba sobremanera en una Alemania casi feudal, sometida a déspotas e implicada en las guerras napoleónicas.
Fogoso en política tanto como en amores, aquel muchachote fornido y rubio gustaba a las mujeres. La dulce Susette Gontard fue su musa y su último amor; ella le correspondió con creces, pero tenía marido e hijos. Los amantes se las ingeniaron para burlar las convenciones hasta que su pasión, tan corpórea como platónica, les trajo la desgracia.
Helena Cortés narra de maravilla la vida de Hölderlin; con empatía relata sus amores, deshace tópicos, como el de la virginidad del poeta; verifica su enfermedad, recrea ambientes prerrománticos, cortesanos y políticos, y hasta osa añadir un toque de ficción consecuente donde callan los testimonios históricos. Ningún libro mejor que éste para entender las complejidades del alma del genial loco de Tubinga y admirar aún más sus obras.
La vida en verso. Biografía poética de Friedrich Hölderlin. Helena Cortés Gabaudan. Hiperión. Madrid, 2014. 448 páginas. 22 euros
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