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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Estatuas

Veo la estatua que reproduce el careto de Sonia Castedo y deduzco que ese tributo solo lo puede haber esculpido su peor enemigo

Carlos Boyero

No siendo insensible al encanto o al misterio de las estatuas (escalofríos me da la indescifrable sonrisa de uno de los reyes en los templos de Angkor, te quedas pasmado al ver la imponente figura de los faraones en el desierto de Abu Simbel) y creo que no se precisa ninguna licenciatura en bellas artes para sentir la belleza paseando por el museo Rodin en París, observando en Florencia las esculturas de Miguel Ángel o recorriendo el ya cerrado (qué vergüenza) Chillida Leku.

Y, por supuesto, es justo y necesario que los artistas, científicos, sabios, creadores y otra gente excepcional que han contribuido a lo largo de la historia a que la siempre aterradora Tierra mereciera ser habitada, a proporcionar a sus semejantes belleza, conocimiento, éxtasis, alivio de la enfermedad y del dolor, progreso y otras benditas cosas, sean recordados durante su existencia y por la posteridad mediante estatuas, avenidas, placas en sus casas natales, homenajes a perpetuidad, esas cosas.

Pero resulta que esas ansias de perdurar en la agradecida memoria de los humanos también genera adicción en políticos envilecidos, en presuntos y probados delincuentes, en saqueadores del dinero público que fueron legitimados por las urnas, caciques de modales suaves o de horca y cuchillo, personas que utilizaron el poder para su exclusivo beneficio, criminales masivos, protagonistas soeces o cultivados de la historia de la infamia.

Leo un hilarante reportaje en este periódico sobre la afición de diversos profesionales del fango, con cargos trascendentes y duraderos en el sórdido negocio de la política, gánsteres imputados o ya condenados a dejar su grandiosa huella para la eternidad mediante tallas, calles y placas honoríficas. Veo la estatua que reproduce el careto de Sonia Castedo (ella posa al lado de su efigie con risa desbocada) y deduzco que ese tributo solo lo puede haber esculpido su peor enemigo ya que asocio esa estatua a una mezcla de la niña de El exorcista y de Chucky, el muñeco diabólico. Pero el contenido poético del cartel que le acompaña también es impagable. Dice así: “Valiente mujer naciste, correcta tú te portaste, luchando por Alicante, entre todos destacaste”. Solo superado por la certidumbre de Carlos Fabra ante el monumento que le dedicaron: “Me encanta saber que inspiro a los artistas”.

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