Filosofía al oído
'Cartas a jóvenes filósofas y filósofos' busca más la conversación que el sermón
Si bien cualquier época de la historia necesita ser revisada y comprendida, parece que los tiempos inciertos que hoy vivimos piden a gritos manuales de instrucciones, o al menos textos que arrojen luz sobre cómo hemos llegado hasta aquí, sin darnos ni cuenta. Con este fin se publican decenas de ensayos al mes y, de algún modo, Cartas a jóvenes filósofas y filósofos se suma a esta tendencia, desmarcándose al mismo tiempo de ella por la elección del género epistolar, para presentar esta colección de textos a cargo de pensadores o filósofos, dos categorías que ellos mismos ponen en cuestión y renombran en sus cartas, dirigidas a discípulos imaginarios. El adjetivo “jóvenes”, que podría alejar de este libro a los que ya llevamos más de tres décadas sobre el planeta, cobra aquí un sentido amplio, pues, como se nos aclara desde el prólogo, se emplea solamente para designar a los poseedores de un pensamiento abierto y susceptible de ser agitado por la experiencia de los remitentes de estas cartas.
El volumen lo abre el francés Jean-Luc Nancy, probablemente el nombre más célebre para la mayoría. Su intervención es una clase magistral al oído del alumno, pero no desde un sujeto que supuestamente posee todo el saber e ilustra al ignorante, sino más bien a cargo de un guía amable que ilumina con su linterna los posibles obstáculos que se pueden encontrar a lo largo del camino. Nancy describe la filosofía en estos tiempos como “el ejercicio de una carencia”, que se desarrolla “cuando se está vagamente suspendido entre una religión difunta, una ciencia sencillamente demasiado viva y una política en suspenso”. Desde este contexto sociocultural se pueden abordar cada uno de los textos de este epistolario, tan variados como las edades y filiación de sus autores, pues no queda fuera el manifiesto de las filósofas Miriam Solá y Lucrecia Masson, nacidas en los años ochenta y cuyo proyecto filosófico se enuncia a dos voces, si bien genera “una ficción de individualidad”, ni tampoco otras cartas de distinto carácter, como la del filósofo de la ciencia Fernando Broncano, o el fenomenólogo belga Marc Richir.
Con una ilustración de portada que nos muestra a un Karl Marx ataviado con su camisa de leñador y mordisqueando el extremo de una pluma, este breve volumen funciona como quitamiedos, pues interpela a lectores —que es como decir a sujetos— de lo más diverso, sin dirigirse a ellos desde un púlpito discursivo. Y no solamente porque combine aseveraciones complejas con frases coloquiales como “bocadillo de chóped congelado”, sino porque los variados tonos y perspectivas de los remitentes de estas cartas nos permiten repensar la filosofía como un desafío —según Marina Garcés— o como una pasión —así es para Marc Richir—, pero en ningún caso como patrimonio exclusivo de “venerables y barbudos señores”, que es tal como Jordi Claramonte, autor de una de las cartas, confiesa que imaginaba a sus profesores universitarios de la materia.
Cartas a jóvenes filósofas y filósofos. Varios autores. Continta me Tienes. Madrid, 2014. 150 páginas. 12 euros
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