Deshielo
La sincronía horaria de los discursos de Obama y Raúl Castro evidencia que detrás del anuncio histórico ha habido un pacto medido y una negociación cargada de símbolos
La puesta en escena del acuerdo entre Estados Unidos y Cuba para restablecer relaciones concedió al formato televisivo la mayor trascendencia. La sincronía horaria de los discursos de Obama y Raúl Castro evidencia que detrás del anuncio histórico ha habido un pacto medido y una negociación cargada de símbolos, incluida la mediación del Papa. El intercambio de espías, anunciado en la misma mañana con la liberación de algunos de los retenidos más señalados en un país y otro, nos obliga a viajar en el tiempo y explicarle a los niños qué fue la Guerra Fría.
El reconocimiento político de que el bloqueo ha sido un fracaso, que ha significado un ahogo, señala el nuevo camino en las relaciones. El presidente Obama en su discurso televisado tocó de manera directa este aspecto, al nombrar las relaciones con China. Resultaba asombroso que se asfixiara a la isla de Cuba por unas razones de dignidad democrática y represión de la disidencia que eran ignoradas del todo a la hora de negociar con China, rendir visita y hasta pleitesía porque su potencia financiera sea hoy la más robusta del mundo.
En ese desafío al bloqueo ha pervivido el régimen cubano, que encontraba la coartada perfecta para aislarse, golpear y perpetuarse enfrentado dialécticamente a sus ocasionales enemigos, incluido el último episodio en el que envió más médicos a la cura del ébola en África que cualquier potencia mundial. Los cubanos, azotados por el drama de la emigración y la precariedad, han sostenido el imaginario colectivo con enormes expresiones artísticas tanto dentro de la isla como en el exilio. Algún día tendrá que analizarse la potencia de su cultura sin teñirla de prejuicios de un lado y otro, sencillamente como reconocimiento a un patrimonio creativo al alcance de muy pocos países del mundo.
Toca preguntarse, en esta sincronía mediática, por qué el Estado español ha perdido su papel de interlocutor privilegiado. Lo tuvo hasta mitad de los noventa, cuando una radicalización de la receta neoliberal para América Latina se convirtió en prioridad económica y descarriló la influencia política. Pese al vínculo irrompible entre los ciudadanos de ambos países con buenos tiempos, ahora tan recortados, de ayuda a cooperación y desarrollo, España ha tenido un triste papel en el deshielo de hoy.
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