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La rebelión de los colores

Las ilustraciones de Oliver Jeffers consiguen que los niños (y los mayores) miren y usen sus lápices de colores de una manera distinta

Un día, en la escuela, cuando Duncan va a sacar sus lápices para dibujar, se encuentra una pila de cartas dirigidas a él con la lista de quejas de cada uno de los colores. El rojo sufre estrés y se lamenta de que le haga trabajar más duro que a los demás. ¡Trabaja hasta en vacaciones! Todo el año se lo pasa coloreando camiones de bomberos, manzanas, los Papá Noel de Navidad y los corazones de San Valentín… El beis está harto de que le llamen "marrón claro" o "color hueso" y de ser el segundón del lápiz marrón. Duncan solo lo usa para pintar cosas aburridas como el trigo. El gris está agotado de los enormes espacios que tiene que colorear: ¡elefantes, rinocerontes, hipopótamos…! E irónico comenta que también hay cosas grises pequeñas como piedritas y pingüinos bebés.

El blanco se queja de que Duncan solo lo use para pintar la nieve y eso le hace sentir vacío. El negro odia que lo utilice para dibujar el contorno de cosas que por dentro pinta de otros colores. ¡No es justo! ¿Por qué no pintar una pelota de playa negra alguna vez? El amarillo y el naranja no se hablan porque cada uno reclama ser reconocido como el auténtico color del Sol. El azul está tan corto y rechoncho después de pintar todos los océanos, los lagos, los ríos, las gotas de lluvia y los cielos despejados, que ya no alcanza a asomarse por el borde de la caja de los lápices. El rosa, por el contrario, recrimina a Duncan que no lo haya usado ni una sola vez. ¿Qué piensa? ¿Que el rosa solo es un color para niñas? Con lo bien que quedaría un dinosaurio o un vaquero pintados de rosa.

Y así, en cartas escritas a mano sobre papeles a rayas y cuadriculados, todos los colores van exponiendo sus quejas y dan un ultimátum: o Duncan cambia o se verán obligados a despedirse de su trabajo. El niño se pone manos a la obra y, con creatividad y mucho color, conseguirá una solución que hará felices a todos. El simpático texto y los graciosos dibujos llenos de vida del galardonado ilustrador Oliver Jeffers consigue que los niños (y los mayores) miren y usen sus lápices de colores de una manera distinta.

El día que los crayones renunciaron. Drew Daywalt. Ilustraciones de Oliver Jeffers. Traducción de Susana Figueroa. Fondo de Cultura Económica. México, 2014. 40 páginas. 12 euros

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