Profesores
Un secretario de Clinton combate el capitalismo corrupto desde la universidad. Hoy los estudiosos parecen estrellas del espectáculo. La docencia es la cantera de la izquierda
Se llevan los expertos, que no los tecnócratas. Estudiosos y profesores parecen estrellas del espectáculo. Economistas como José María Gay, Daniel Lacalle o José Carlos Díez van de plató en plató explicando lo que no sabría el tertuliano generalista. El francés Piketty agita el debate global sobre la insoportable desigualdad.
Otro economista pop es Robert Reich, que fue secretario de Trabajo de EE UU con Bill Clinton y hoy, como profesor de Políticas, arenga a los estudiantes en las asambleas. Reich es un tipo de pequeña estatura que se ríe de sí mismo y denuncia con lucidez el empobrecimiento de la clase media mientras la alta disfruta de bonus y regalos fiscales.
En el documental Desigualdad para todos (que emite Canal +), Reich cuenta que él se consideraba un centrista, pero la balanza del país se inclinó tanto a la derecha que se quedó al otro lado. No va de rojo: se remite a los valores fundacionales de EE UU y no a Marx; cree en la economía de mercado mientras no sea corrupta. Pero acusa a la élite empresarial y financiera de comprar a los políticos con un sistema que permite donaciones sin freno a sus campañas. Por eso los intereses del 1% mandan sobre el 99%.
En la política española pasa el tiempo de los abogados del Estado y llega el de los profesores, algunos tan indignados como Reich. La universidad es la cantera de la izquierda: salen de ahí Pedro Sánchez, Alberto Garzón y toda la cúpula de Podemos, ese fenómeno que desencadenó tantos cambios que hasta ellos están sacudidos. Podemos, no como Reich, viaja al centro desde la izquierda alternativa. Su modelo pasó de ser Ecuador a Dinamarca en el lapso que separa dos Salvados. Están menos cómodos en la tele desde desde aquella mala noche con Ana Pastor: les sacan vídeos de La tuerka, contratos feos, loas a Chávez. En 24 Horas, Sergio Martín incluso da la enhorabuena a Iglesias, un exceso, por la salida de presos de ETA tras cumplir su pena.
Dan traspiés, pero la cruda realidad favorece su causa, no solo por la basura que sale cada día a flote. Su sola sombra produce efectos: desde las europeas en este país se dimite y destituye más y mejor. Y el capitalismo no levanta cabeza: hasta Rajoy apoya la tasa Tobin que antes solo pedían los utópicos. A Cameron nadie le llamará populista por atajar las trampas fiscales de Google.
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