Últimos oros
El nuevo libro de Juan Marsé contiene una pletórica fuerza juvenil
En un célebre trabajo, el filósofo Theodor W. Adorno afirmó que en las etapas finales de los artistas (lo que aquí se tradujo como "el estilo tardío") se filtraba la inquietante sustancia de la mortalidad de un modo inevitable y esquivo al mismo tiempo, como si la muerte se hiciera presente de manera inmediata, pero se disimulara con disfraces a veces infantiles. Él se refería a las últimas composiciones de Beethoven, pero se veía que quería hacerlo extensivo a todos los artistas que alcanzaban la gran edad.
Los críticos posteriores arrasaron el mito del “estilo tardío”, pero algo de esa filtración del dolor ante lo que se va a abandonar, con el disfraz de una (sin embargo) afirmación de la vida como fiesta, es un elemento nietzscheano que uno ama encontrar en algunos artistas de gran edad. Por ejemplo, en Juan Marsé. Ha cumplido los 80 años y ése es el momento en que un artista prescinde de casi todo lo superfluo para centrarse sobre lo que en verdad le importa.
Marsé, cuya fama se expandió de modo fulminante gracias a aquella sátira feroz de los comunistas pijos de Barcelona (hoy separatistas) que se llamó Últimas tardes con Teresa, un título extremadamente poético, mostró desde el primer momento que su voz se adaptaba sobre todo a los personajes frágiles que sin embargo se creen fuertes. El encantador Pijoaparte, un pobre muchacho que se hace ilusiones sobre la capacidad revolucionaria de las guapas chicas de Pedralbes, es uno de los grandes modelos literarios de la posguerra y sigue perfectamente vivo tratando de encontrar una puerta en la muralla de los círculos maragallianos.
Lo que nos relata Marsé es la recepción de un mundo al que deberá acomodarse un adolescente sin demasiada suerte
Era una novela enérgica, valiente, vigorosa, escrita con simpatía hacia el inmigrante, el desdichado charnego que cree poder saltar las barreras de una de las sociedades más reaccionarias de Europa. La novela era ya entonces crepuscular y adivinaba con inteligencia prodigiosa el futuro de aquella sociedad que se creía democrática.
En su último escrito, Noticias felices en aviones de papel, regresan las figuras de aquel comienzo, pero decantadas a una esencialidad sutil. Ya no hay burgueses, ni pequeños ni grandes. Sólo clase baja y lumpen. Porque lo que nos relata Marsé es la recepción de un mundo al que deberá acomodarse un adolescente sin demasiada suerte. Su padre les abandonó, la madre trabaja, no tiene amigos, los vecinos de la finca son todos menesterosos y, sin embargo, a ese mundo debe abrirse el chico y construirlo con su mejor conciencia porque fatalmente ése ha de ser su hogar, aunque todavía no sea posible.
La presencia de dos miserables tiñosos cubiertos de cicatrices, heridas purulentas y llagas en el cráneo pelón, dos desdichados que no se sabe de dónde salen, pero que no tienen ni para comer, pone el contrapunto de lo que debe aprender el protagonista. Los dos críos llevan la muerte en el cuerpo y, sin embargo, conviven con ella en buenos términos. Incluso se dedican a un cierto negocio no por misérrimo menos respetable. ¡Y a ellos justamente querrá estafar nuestro chico!
La muerte está con los dos misérrimos, pero también con la anciana loca que vive en el piso de arriba, la cual está reviviendo su vida en la Alemania nazi también como despedida. Frente a esa muerte que en ambos casos, los niños perdidos y la anciana judía, se presenta sin que los condenados renuncien ni un ápice a la vida verdadera, el protagonista no sólo urde una infamia, sino que además está aplastado por la figura de su padre, un viejo y grotesco hippie, pura fuente de resentimiento.
¿Estilo tardío? ¿Nos presenta Marsé a los verdaderamente amenazados de muerte como los auténticos héroes porque no se rinden? ¿Somos los privilegiados unos cobardes ante nuestra propia muerte? ¿Es ella la que dirige nuestra vida? No sé si éste es el estilo tardío de Marsé, pero si sé que ha escrito una obra maestra pletórica de fuerza juvenil.
Noticias felices en aviones de papel. Juan Marsé. Lumen. Barcelona, 2014. 87 páginas. 22,90 euros.
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