Tuomas Kyrö: “Tengo miedo de Rusia”
Narrador, dramaturgo y periodista, es uno de los autores más populares en Finlandia. “El humor sirve para llevar secretamente al lector hacia temas mayores”, dice
¿Qué hace un inmigrante rumano con un conejo huyendo por Finlandia de un mafioso ruso, evangelizando sobre ecología y criticando el mundo urbano sin querer, entronizado como reyezuelo involuntario de las redes sociales y empujado a la política? Cumplir un sueño infantil de Tuomas Kyrö en la novela Vatanescu y la liebre (Alfaguara), desde la esquina del humor y la sátira para reflexionar sobre algunos de los males contemporáneos. Y, de paso, convertirlo en uno de los escritores más populares de Finlandia por sus libros (dos, de los ocho publicados, están entre los más vendidos esta semana), obras de teatro (dos en escena estos días), columnas de periódicos y espacios en televisión.
Kyrö está sentado en una de las mesas del Café Engel, en el centro de Helsinki. Por sus cuatro ventanales se asoma el pasado de la ciudad con una bonita y amplia plaza que tiene enfrente y presidida, arriba de 46 altos escalones, por la catedral evangélica luterana, del siglo XIX, creada por Carl Engel. A derecha e izquierda, los palacios mellizos del Consejo de Estado y de la Universidad de Helsinki. En el centro, Alejandro II, tal vez el único zar ruso con un monumento en mitad de una plaza pública. Una presencia rusa que estos días ha traído una brizna de inquietud allí y a la que Kyrö se referirá en mitad de la entrevista.
PREGUNTA. Mientras medio mundo admira su país y lo pone de ejemplo en muchos ámbitos, usted es muy crítico.
RESPUESTA. Al resto del mundo le interesa una sociedad de la socialdemocracia porque ha sido muy bueno, pero la manera como nos relacionamos con otros países no es tan correcta. Tenemos cosas que aprender de ellos, lo digo en la novela. Esa doble apreciación, admiración fuera y crítica dentro, es por la perspectiva que uno alcanza cuando viaja y ve su país con otros ojos.
P. Y el camino elegido para criticar y reflexionar sobre sociedad, Estado y concepción de la vida ha sido el humor, la sátira y la ironía.
R. El humor es una buena manera de llevar secretamente al lector hacia temas mayores. Y los que trato en el libro ya de por sí son fuertes: pobreza, mafia, paternidad, inmigración desatendida, desigualdades… Así es que consideré que no era justo que el libro fuera también muy duro.
P. Inevitable recordar a Arto Paasilinna, autor de El año de la liebre y uno de los autores finlandeses contemporáneos más importantes presentes en su novela. ¿Qué hay de ellos en esta novela?
R. Más que la novela El año de la liebre como tal, me influyó la película. Paasilinna no me ha influido como autor. Pero su género de humor y picaresca es de los mayores, por eso hay un homenaje a él.
P. Hay un personaje que describe a otro así: “Tenía un humor como de reírse de la tristeza. La vida es una cosa tan triste compuesta por minutos donde cada uno nos lleva a la muerte”.
R. La belleza de la vida es la triste certeza de que vamos a morir, y cuando nos damos cuenta, eso afecta la manera como vivimos. Eso lo intento plasmar en cada libro. Como yo no creo en la vida después de la muerte, pienso que debemos vivir cada día de la mejor manera posible.
El tintineo de vasos, cucharillas y el bajo murmullo de la gente en el café le sirven de banda sonora a sus reflexiones sobre cómo enfrenta la vida. Sobre cómo la ha querido vivir, por ejemplo, estando fuera de la ciudad en dos ocasiones, alejado de la urbe. No en vano uno de sus personajes se refiere a otro diciendo que “demuestra su educación abandonando el mundo civilizado”. Pero la última aventura de Kyrö cerca de Laponia terminó hace unos años, su mujer e hijas tenían que estar en la ciudad.
P. Rusia y los rusos suelen estar presentes en las obras finlandesas. En Vatanescu y la liebre también. Parece que los rusos quisieran extender sus tentáculos.
R. El personaje que uso es un antiguo empleado del KGB y de la antigua Unión Soviética, y cuando esta cae, él cae con ella. Era una organización tan gigantesca que cuando cayó en 1989 yo era tan ingenuo que pensé que podía saltar así como si nada a la libertad y la democracia. Solo la nación cambió de nombre, el KGB cambió de nombre, pero la organización siguió siendo la misma. Todo sigue igual. El personaje que describo es muy parecido a algo que acabo de leer sobre Vladímir Putin, sobre la policía secreta. Es la nación rusa de siempre.
P. ¿Quiere Rusia revivir su idea expansionista, recuperar su imperio, tras lo visto en los últimos meses?
R. Sin analizar demasiado, tengo miedo. Tenemos 1.300 kilómetros de frontera con esa nación y está bien que no tengamos ninguna energía o algo que les interese, que sepamos. También creo que se trata de la política interior, que no va tan bien, y entonces Putin trata de distraer a su pueblo con otras maniobras y conflictos externos.
P. Ese miedo, ¿de dónde le surge? ¿De que Finlandia formó parte de la Rusia imperial hasta hace casi un siglo?
R. En mi generación todavía tenemos abuelos que lucharon en la guerra contra Rusia entre 1939 y 1944. Rusia es tan grande que si tuviera algún motivo para invadirnos, por ejemplo, si necesitase este pedazo de tierra para asuntos militares, lo puede hacer. Entrar en guerra tendría muchas consecuencias. Pero no creo que los rusos normales tengan ningún interés de expandirse hacia Finlandia o ningún lado. Solo me enfado por dictadores que aparecen por aquí y por allá.
El otoño ha llegado con tres días de retraso oficial. La estación en que empieza la aventura Vatanescu, el protagonista de la novela. Y en cuyo leitmotiv está un sueño infantil de Tuomas Kyrö, unas botas de fútbol. Él recuerda que en el Mundial de España, en 1982, tenía nueve años y quería unas botas como las de Paolo Rossi. Sus padres le compraron unas, pero no originales: no tenían los tacos de metal, sino de plástico, y los otros niños se dieron cuenta. Por eso Kyrö quiso que uno de los motivos de la aventura de Vatanescu fuera el de trabajar para hacer realidad el sueño de su hijo de tener unas botas de fútbol. Y es ese amor por su hijo lo que lleva a este inmigrante rumano a ser reclutado por la mafia rusa como mendigo en Finlandia, y a partir de ahí, a encadenar un malentendido tras otro.
P. La novela es también una crítica a los medios de comunicación por su manera de sobredimensionar unas cosas y banalizar otras, potenciado eso ahora en las redes sociales, y que todo el mundo quiere ser famoso.
R. Muchas veces la gente piensa que la fama es una profesión. Si antes los jóvenes querían ser rockeros, actores o futbolistas, ahora quieren ser famosos. ¿Quién pagará los impuestos si todo el mundo está en un reality show?
P. ¿Qué pudo haber pasado para este cambio, incluso en Finlandia?
R. Tal vez sea la necesidad de reflejarse en Internet. Con toda esta tecnología es muy fácil, pero no hay nadie que edite los materiales. A lo mejor es la necesidad de obtener admiración o aceptación.
P. La política no escapa a su ojo crítico.
R. Yo hablo del populismo positivo, me interesa. Hay gente carismática que sabe hablar a la gente y logra que comprenda los temas. Pero normalmente los políticos basan sus discursos en imágenes del enemigo, en transmitir temor, sea el inmigrante, o el vecino, o un finlandés de la periferia. Por eso quería jugar con la idea del populismo positivo, pero desgraciadamente parece que no puede ser verdad en este mundo. El ser humano no ha evolucionado lo suficiente, sino que se busca una guerra o conflictos regularmente.
Mientras Kyrö habla, Helsinki vive ese día una huelga general de transporte público. Lamenta que el Gobierno preste más atención a otros asuntos. Como cuando una noche vio en televisión al primer ministro recomendando que no se diera limosna a los mendigos, eran siete en Helsinki, y parecía ser el mayor problema interior del país; al día siguiente, la principal noticia eran los conejos de la ciudad que se comían las flores y adornos de los parques. La solución oficial fue que la ciudad de Helsinki salió a cazar conejos y los llevó al zoológico para darles de comer a los tigres. Así Kyrö unió estos dos grandes problemas para la novela
P. ¿Es tan malo tener un Estado de bienestar tan bueno? La gente se deprime, sobredimensiona los problemas…
R. El problema del animal que llamamos ser humano es que se adapta a situaciones. Antes todo estaba bien aquí, pero ahora hay problemas como la fuga de compañías tipo Nokia, o la industria forestal y de trabajo. Ya no hay tantos aportadores de impuestos y no vemos las cosas como están, sino que lo vemos como han sido. En los últimos años ha cambiado la situación.
P. ¿Se sobredimensiona todo aquí?
R. Así es. Hay cosas mayores, como la educación y el cuidado de los ancianos. Claro que podríamos, por ejemplo, cocinar conejo para los niños y los ancianos en vez de tirarlos a los tigres.
Es Tuomas Kyrö, admirador de autores como Ernest Hemingway, Paul Auster o Raymond Carver, que recomienda a todo aquel que quiera escribir que lea a Charles Bukowski. El que opina que se traduce a muy pocos extranjeros en su país porque el mercado es de autores finlandeses, una literatura que cree que pasa por un buen momento.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.