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Libre de cánones

La poesía de Bradbury, reunida por primera vez en español, seduce por la naturalidad de su dicción

Ray Bradbury, en su casa de Los Ángeles en 2007.
Ray Bradbury, en su casa de Los Ángeles en 2007.Marissa Roth

Lo que más seduce a primera vista de la poesía de Ray Bradbury (1920-2012) es la naturalidad de su dicción, casi campechana, ajena a los severos tribunales de la bondad poética, con frecuencia tan sofisticados en Estados Unidos. Sin embargo, esa naturalidad no excluye considerables dosis de penetración, además de constantes asombros líricos, gracias a los cuales estamos muy lejos de un poeta para andar por casa, casi en pantuflas, mero aficionado que se toma un respiro seudopoético entre narración y narración.

Por otra parte, la presentación confesional de sus poemas, junto con su lenguaje llano y refinado a la vez, crea un efecto en el lector de proximidad existencial, como si no le costara ponerse en el lugar del que da fe de sus experiencias mediante un lenguaje accesible. Pero —ojo— Bradbury es un poeta en cierto modo engañoso: parece una cosa y es otra, y esa equivocidad es fuente de su encanto y delicia.

Además —y esto es esencial— el lenguaje de Bradbury transparenta experiencias enriquecidas por la emoción, entendida esta como entusiasmo y elevación naturales, bruscos, inmediatos, invasivos. Donde domina y cuaja la emoción verdadera, la verdad se hace oír. Y Bradbury hace oír su verdad, basada básicamente en el asombro, en el enaltecimiento de la existencia, en el misterio que nos acompaña, en la inaccesibilidad de ese misterio, del que el universo es su mejor exponente:

"¡Despertad!, dice Dios. Mirad allí. Id a buscar.

Las estrellas. ¡Oh, Dios!, muchas gracias. ¡Las estrellas!".

Pero, además, Bradbury se muestra como un lector sumamente agudo que establece relaciones asombrosas entre Shakespeare y Freud o entre Shakespeare y Cervantes, o que es capaz de dedicar un poema glorioso a G. M. Hopkins o de recordar con alta emoción a H. G. Wells, uno de sus maestros en la narrativa fantástica, en la que Bradbury es también un maestro (¡Fahrenheit 451!).

Los pintores también se asoman a sus poemas, con emotiva sensibilidad, como este homenaje a Van Gogh:

"Mira la luz de Van Gogh que se desborda para arder y bendecir

y salpicar de manchas y prender toda la hierba para dorar…"

Y las ciudades también vibran, verdadera creación de un viajero con alma:

"Por las calles de Dublín 

de vuelta a las Navidades

los mirlos cantan”.

La edición como tal tiene ese toque académico típico de Cátedra, con introducción muy informada y una traducción rigurosa y competente.

Poesía completa. Ray Bradbury. Edición bilingüe de J. I. Gómez López Cátedra. Madrid, 2013. 1.058 páginas. 28,40 euros

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