El revés y envés de Ehrenhaus
Los relatos nos presentan a protagonistas a los que odiar, reconfortar o incluso reírnos de ellos
En 1993, el escritor y traductor argentino Andrés Ehrenhaus (que lleva casi cuarenta años viviendo en Barcelona) publicó su primer libro de cuentos, Subir arriba. La escritura en ese libro jugaba un papel preponderante en su propósito de plasmar el mundo cabeza abajo. Nada era lo que se decía que era. El rol de la connotación se enfrentaba al orden establecido de la gramática lineal. El absurdo y el léxico acrecentaban una sensación casi pantagruélica del humor y las malas pasadas a la sintaxis. El camino que recorría Ehrenhaus ya lo habían recorrido antes otros, pero ese libro suyo era como si dicha operación la acabara de inventar él mismo en ese mismo instante, un segundo antes de comenzar a leerlo. Cuatro años más tarde, publicó Monagatari. Esta vez su hechura me pareció reiterativa. Inventiva inspirada pero al final menoscabada por un exceso de cuadros humanos muy subordinados al chiste fácil.
Es habitual en algunos barrios
de Buenos Aires alterar
el orden silábico de las palabras
Ahora tenemos un nuevo libro de Ehrenhaus. Se trata de 19 relatos cortos aglutinados bajo un título muy ehrenhausiano: Un obús cayendo despedaza. Antes que entrar en su evaluación, digamos algo respecto a las normas que el autor introduce en su personalísima escritura. Los lectores se encontrarán con varios términos de imposible comprensión si no son argentinos o no están familiarizados con el sistema. Es habitual en algunos barrios de Buenos Aires alterar el orden silábico de las palabras. Ehrenhaus lo hace, pero además incrementa el caudal de su uso. También introduce en su vocabulario palabras catalanas castellanizadas. Y expresiones extranjeras traducidas: por ejemplo, un narrador de unos de sus cuentos no se doblega ante un galicismo como à la page: dice muy orgulloso de su idioma “a la página”. Esto conviene comentarlo no porque el lector lo necesite, sino porque da informe preciso de un arte poético donde estos desajustes de la lengua ayudan a configurar el mundo narrativo tan singular de nuestro autor. Todo lo que se cuenta en Un obús cayendo despedaza remite a ver las cosas por su revés y su envés. Cada relato nos cuenta una historia corriente y, a la vez, nos cuenta la única manera de contarla si se hace desde el punto de vista (y de escritura) de Andrés Ehrenhaus. Veamos el cuento ‘Un cronocimiento’, por ejemplo: se nos relata un viaje a Bucarest para visitar el cementerio judío llamado Filantropía: en él hay enterrado un judío que se llamó Adolf Hittler (como el tirano pero con una t más): era sombrerero y murió en 1896 a los 60 años. Si el lector busca en Google este cementerio (como hice yo) se le informará de la penosa historia de esa tumba durante la ocupación nazi. Pero Ehrenhaus usa ese mojón histórico (que parecía inventado por él mismo) para colarnos una historia muy suya. Muy ehrenhausiana.
Andrés Ehrenhaus plantea un interesante problema a sus lectores. Sus historias representan a seres humanos a los que podemos reconfortar con nuestro afecto, odiarlos o reírnos de ellos. Pero son gente que nunca hemos visto, ni imaginado que existieran. El insolente mundo narrativo de Ehrenhaus es un mundo inesperado. Esta felicidad de leerlo.
Un obús cayendo despedaza. Andrés Ehrenhaus. Malpaso. Barcelona, 2014. 162 páginas. 18 euros
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