Ferrera, un héroe frustrado
La nula calidad de los astados deja en nada la corrida de Miura
Antonio Ferrera mató en solitario la corrida de Miura y no pasó nada; y no pasó, especialmente, por la nula calidad de sus oponentes, un referente de la invalidez, la falta de casta, la sosería y la perdida calidad. Pero esa no es la noticia. La noticia es que un hombre, torero por más señas, soñó por un momento ser un dios, se enfundó en un traje de luces, espantó sus supersticiones y se plantó en solitario en la puerta de cuadrillas para enfrentarse él solito son seis toros del hierro del miedo, con seis representantes de una ganadería legendaria, que lleva en sus entrañas una historia preñada de sustos y tragedias.
Esa y no otra es la señal de identidad de un héroe, que asumió el serio compromiso del que huyen hoy todas las figuras. Por eso, solo por eso, fue recibido con todos los honores, y atronadora sonó la ovación que el público le tributó tras romperse el paseíllo. Por cierto, buena pero muy escasa es la afición de Málaga, pues un reto de esta importancia merecía una plaza a reventar, sin los tristes huecos que ofrecían los tendidos.
Ficha
Miura/Antonio Ferrera, único espada
Toros de Miura, correctos de presentación, inválidos, descastados, sosos y deslucidos.
Antonio Ferrera: tres pinchazos y estocada (silencio); estocada (ovación); estocada (silencio); metisaca y casi entera (silencio); estocada caída (silencio); cuatro pinchazos y estocada trasera (silencio).
Plaza de la Malagueta. 19 de agosto. Tercera corrida de feria. Casi tres cuartos de entrada.
Después, no pasó nada, porque una cosa es el ánimo de los aspirantes a dioses y otra lo que estos determinan. Y ayer decidieron que salieran al ruedo pellizcos de la miseria brava, hijos de una ganadería que no engaña, porque cada año, desde hace muchos, triunfan un par de toros y decepciona el resto. Los miuras no sirvieron ni para hacer un buen caldo; inválidos casi todos ellos, varios con síntomas de embriaguez, sin clase alguna, descastados y mansurrones a pesar de que el quinto y el sexto acudieron de largo al caballo, donde hicieron, como los demás, una calamitosa pelea; el único noble el segundo, que ofreció alguna posibilidad en el tercio final. Por su parte, el torero brindó pocas gotas de torería; bien es cierto que no encontró colaboradores, pero se le vio, quizá, dominado por las adversas circunstancias, lo que es muy humano, pero lo aleja de su condición de dios.
Un par de verónicas para recibir al sexto; otras de buen trazo ante el primero, y una larga cambiada en el tercio ante el quinto, y se acabó la historia. Inédito quedó con la muleta, desconfiado y despegado ante la mala condición de sus oponentes.
Ferrera actuó unas veces como enfermero de cuidados intensivos y otras como matarife de fieras indómitas. Solo el segundo se dejó dar pases, y el torero no estuvo, quizá, a la altura de la exigencia requerida. El resto fue toda une enorme decepción; ni siquiera uno, qué menos, ofreció de verdad el espectáculo de la bravura. Pero así es Miura; así es, también, su leyenda.
Lo mejor de la tarde ocurrió en el tercio de banderillas. Y el protagonista, asómbrense, no fue Ferrera, que puso muchos pares y no lució más que en el último, al quiebro junto a las tablas. Se hizo acompañar por la extraordinaria cuadrilla de Javier Castaño -no se extrañen si David Adalid, Fernando Sánchez, Marcos Galán y los picadores Fernando Sánchez y Tito Sandoval cambian de jefe de filas para la próxima temporada- y los tendidos quedaron entusiasmados con la torería de estos hombres a pie y a caballo, a los que se unió el buen banderillero Javier Ambel.
Total, que ni una vuelta al ruedo, ni una sola sensación del regusto que dejan un toro encastado y un torero en sazón. Con un rictus amargo en el semblante se marchó Antonio Ferrera, pero nadie le podrá robar su condición de héroe; frustrado, eso sí, pero héroe.
Babelia
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