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OBITUARIO

Otto Piene, artista obsesionado con la luz

Berlín rinde homenaje al creador con dos grandes exposiciones

El artista Otto Piene, el pasado 16 de julio.
El artista Otto Piene, el pasado 16 de julio.M. GOTTSCHALK ( GETTY)

Raras veces en la agitada vida cultural de una capital, como es la que palpita en Berlín, un artista tiene la suerte de ser homenajeado en vida con dos grandes exposiciones, como ocurrió con Otto Piene, el genial artista alemán, hace no más de tres semanas en la capital alemana. Pero el honor fue efímero y el pasado 17 de julio, tan solo 24 horas después de inaugurar las dos muestras, que se pueden ver en la Neue Nationalgalerie y en la exquisita Kunsthalle del Deutsche Bank, el gran artista de 86 años moría, mientras viajaba en un taxi.

La muerte del gran artista conmocionó al mundo cultural de Berlín y convirtió las dos muestras en el último gran legado de un pintor y escultor que fue capaz de reinventar el arte en su propio país, que había quedado en ruinas después del final de la última Guerra Mundial. Otto Piene, un artista que vivió obsesionado por la luz, tuvo desde joven el coraje de explorar nuevas formas de pintar experimentando con humo, hollín y pintura quemada.

Pero sus obras más monumentales tenían siempre una fijación recurrente: la luz y la inmensidad del cielo. “No podemos vivir sin luz, no podemos trabajar, ni tampoco comer ni beber”, dijo al artista alemán en vísperas de la inauguración de las dos exposiciones. “Sin luz nos moriríamos. La luz también es uno de los fenómenos más hermosos que existen en el cosmos, en la vida y en el mundo”.

La víspera de su muerte, Otto Piene recordó que desde niño solía contemplar durante horas el cielo y las estrellas. Más tarde, cuando fue obligado a servir como auxiliar de artillería antiaérea, Piene debía contemplar el cielo para la Alemania de Hitler. “Logramos sobrevivir, algo que nunca había esperado”, admitió el artista, con voz suave y mirada apacible.

Otto Piene tuvo suerte y como agradecimiento al regalo que le proporcionó el destino, el pintor tuvo la idea de fundar un grupo de artistas que tendrían la sagrada misión de liberar el arte de posguerra de su pesado lastre y poder devolver a la gente la luz y la esperanza. Así nació, en 1958, un influyente movimiento europeo de posguerra, el famoso grupo ZERO, que intentó, mediante recursos como la luz, el aire, movimientos, fuego y metal, crear obras que aportaran algo positivo y evitar para siempre, la guerra, el deterioro y la penumbra.

Otto Piene fue fiel a esos principios hasta el final. Gracias a la influencia que ejerció el grupo ZERO, que logró incorporar la fuerza de la naturaleza como parte integrante del arte, el artista se consagró con éxito al arte luminoso. “Sabemos tan poco sobre la fuerza de la luz”, dijo Piene en vísperas de la inauguración de las dos exposiciones de Berlín.

El creador admitió, mientras recorría una de las muestras sentado en una silla de ruedas, que la vida había sido amable con él y que su carrera había sido coronada con la gracia divina del optimismo.

“Aquí en Berlín se cierra un ciclo”, dijo al recordar que la ciudad había acogido décadas, atrás una de sus primeras exposiciones. La repentina muerte del artista, aunque enlutó al mundo cultural de la capital germana, no impidió que la Neue Nationalgalerie continuara con el programa y mantuvo un gran espectáculo: El evento artístico celeste, que mostró tres esculturas inflables que decoraron la noche berlinesa. Fue el último homenaje que rindió Berlín a un artista que fue capaz de renovar como ningún otro el arte del siglo XX y quien, según la ministra de Cultura, Monika Grütters, fue el último padre del arte moderno de posguerra.

“Muchas de sus obras altamente estéticas en espacios públicos también fueron una señal contra la inhospitalidad de nuestras ciudades. Al hacer de la luz y el movimiento un tópico de muchos de sus objetos e instalaciones, remarcó nuevos modos para las bellas artes”, señaló la ministra, en un comunicado.

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