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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Pinocho

Carlos Boyero
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, el sábado en El Escorial.
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, el sábado en El Escorial.Zipi (EFE)

No es Lenny Bruce haciendo juegos malabares con la semántica y retorciéndola para dinamitar convenciones, utilizando el sarcasmo como arma de corrosión, provocando al público y enfureciendo a los policías que esperaban a que el deslenguado yonqui cruzara el límite de la obscenidad verbal para entrullarlo. No es un humorista transgresor. Es un profesional de la política con potestad legitimada por las urnas para dirigir una nación. Se llama Mariano Rajoy y lo que ha dicho tiene voluntad de seriedad, no es un chiste surrealista, no le crece la nariz al soltar sus delirantes e impunes mentiras.

Dando ejemplo a los loros de su Gobierno, que repiten hasta lo grotesco la falaz consigna de que la tormenta ha finalizado (la lógica asegura que habrá un momento en el que dejará de llover, pero también que la mayoría de los que han sufrido la inundación jamás podrán recomponer el techo de su casa) y que a partir de ahora hasta los más tirados verán atenuada su desdicha, serán felices y comerán perdices, Rajoy prescinde de la inútil vergüenza, reniega de los agoreros, pesimistas y extremistas que se niegan a brindar con ellos ante el advenimiento del Mesías. Asegura haber enderezado el rumbo económico preservando el Estado del bienestar, también poseer un sistema como casi nadie en el mundo y que funciona mejor que nunca, que está construyendo un mañana de seguridades y la inmensa mayoría de los españoles se siente orgullosa de su gran país. Y no le pasa nada por soltar sin sonrojo estas audaces e impresentables mentiras. Y los colegas le aplauden y le jalean como en las farsas más cochambrosas.

Si escuchar las satisfechas barbaridades del timonel del reino provoca sensaciones indeseables, tampoco el discurso previsible de los que aspiran a pillar la jefatura de la oposición invita a soñar a ningún parado medianamente sensato. Cómo no entender que mogollón de gente hastiada haya votado a los neófitos de Podemos. No parecen contaminados, todavía no les ha dado tiempo. Por el momento solo son etarras, castristas y chavistas, jura la calumnia rijosa, la escoria con atributos. Y palestinos, añadirán pronto. O sea, exterminables. Sin el menor problema.

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