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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Batallas

Las negociaciones con Amazon terminan por ser un duro trago para cualquier fabricante en Estados Unidos, incluso multinacionales como Hachette y sus 5.000 títulos

David Trueba

Con el retiro de David Letterman llegará el ascenso de Stephen Colbert, que de presentador más vitriólico del canal Comedy Central pasará a un lugar de honor en el entretenimiento televisivo norteamericano de las noches de la CBS. Será interesante ver cómo funciona su mecanismo de polémica crítica en un formato mayoritario y con enorme difusión. Basta como muestra la última descarga de Colbert contra Amazon, el líder de la venta en red, tras caer bajo el fuego cruzado de la guerra de precios, donde el gigante editorial Hachette se ha negado, por el momento, a aceptar el reparto de porcentajes que marca la tienda virtual. Colbert, autor de varios libros, está entre los damnificados por el castigo de Amazon a los sellos de Hachette, con retrasos en la compra y envío, un boicot comercial que el presentador ha ridiculizado con saña.

Según algunos estudios, Amazon controla el 50% de las ventas de libros en Estados Unidos. En pleno crecimiento global y mientras amplía la apabullante oferta a todo tipo de productos, ya que el libro le deja poco margen comercial, las negociaciones con Amazon terminan por ser un duro trago para cualquier fabricante, incluso multinacionales como Hachette y sus 5.000 títulos. Colbert regala a los lectores pegatinas con el lema "Este libro no lo compré en Amazon" y se ha divertido a costa de la voracidad de Jeff Bezos, libre del pánico generalizado a enfrentarse con los poderes monopolísticos de la Red.

Invitó también a otro de los escritores damnificados por la pelea comercial, Sherman Alexie, que explicó hasta qué punto la invisibilidad del mando de Amazon sobre el mercado impide percibir la escalada de su dominio en el sector. La tecla de preventas en Amazon se ha convertido ya en un termómetro para las editoriales, que planifican así el volumen de sus campañas de lanzamiento, convertida la tienda en el baremo más certero, en una especie de videncia comercial irrebatible. En España tan solo el precio fijo de los libros salva a la edición de vivir la misma dinámica de guerra de porcentajes. Aquí el conflicto se centra en la inclusión de los gastos de envío en el precio de venta y la turbia fiscalidad que elude la tributación a nuestra Hacienda local.

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