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El ‘efecto Afkham’ ya se hace notar

El joven director, titular de la Orquesta Nacional de España la próxima temporada, se pone al frente este fin de semana de la formación y empieza a despertar la ilusión

Daniel Verdú
El director de orquesta David Afkham, en el Auditorio Nacional.
El director de orquesta David Afkham, en el Auditorio Nacional.Carlos rosillo

Desde hace unos meses, es relativamente fácil encontrar en la prensa internacional alguna referencia a la Orquesta y Coro Nacional de España (OCNE). Podríamos bautizar este insólito fenómeno como “el efecto David Afkham”. O simplemente verlo como una consecuencia más del fichaje de joven director alemán (30 años) como titular de la formación española a partir de la temporada 2015. De la ilusión que ha generado sin haber apenas empezado a trabajar. Pero el camino ha sido difícil. A veces, desesperante. Con la firma ya estampada en el contrato, el anterior Gobierno congeló su fichaje en el peor momento de la crisis y todo estuvo a punto de irse al garete. Tras dos años sin director titular, sondeos de mercado y de la propia orquesta, el nuevo equipo técnico de la OCNE decidió recuperar la apuesta por el director de origen parsi que ya habían atado Josep Pons y Ramón Puchades —anteriores director y director técnico—. Desde ayer, se encuentra en Madrid preparando los tres conciertos que dará este fin de semana (Titán de Mahler, Cinco piezas de Schönberg y Wesendonck Liederde Wagner) con la que será su formación.

David Afkham (Friburgo, 1983) es una de las figuras más prometedoras de la escena internacional. Formado en el piano y el violín, discípulo aventajado de Bernard Haitink e hijo de una familia de músicos (su hermano es violinista de la Filarmónica de Berlín), supo a los 15 años que quería ser director de orquesta. Con el tiempo ha desarrollado una técnica impresionante y una madurez musical y personal alejadas de su fecha de nacimiento. Preciso en los tiempos, elegante y sólido sobre el podio, concibe la dirección desde la humildad y el respeto total a la obra. Todo al servicio de la unidad, repite. La OCNE buscaba a alguien con talento capaz de crecer junto a la orquesta. Lo ha encontrado.

En los atriles, especialmente en los más jóvenes, la sensación no podría ser más favorable. “Desprende música, no pierde el tiempo en tonterías. Tiene una técnica exquisita, y una gran preparación musical. Es muy perfeccionista, cuida el mínimo detalle, consulta a los músicos, enseña pero a la vez está aprendiendo, es una esponja. Sería como haber contratado a Bernstein o Karajan con 30 años. Incluso dudo que ellos tuvieran tantos conocimientos a su edad”, explica Manolo Blanco, trompeta de la orquesta.

Zubin Mehta —también parsi— asegura que solo ha escuchado cosas buenas de Afkham y considera acertadísimo el fichaje. Daniel Barenboim tiene un altísimo concepto de él y le ve periódicamente. En el cirucuito se le observa desde hace tiempo como mucho más que una promesa. El promotor Alfonso Aijón ensalza su enorme modestia y gran carisma, algo imprescindible para obtener el favor casi unánime de una orquesta históricamente complicada de gestionar. Todo un fichaje, en suma, sobre el que cabría preguntarse más bien qué vio él en en esta formación sinfónica. O por qué esperó una segunda llamada y rechazó otras ofertas. Más después de los penosos episodios administrativos que rodearon su contratación.

Tras una extenuante primera sesión de ensayos, sentado en una butaca del Auditorio Nacional, disecciona la base de una elección forjada a través de 11 visitas en poco más de dos años. “Amo realmente a esta orquesta y quería hacer música con esta fantástica familia de intérpretes, también con el coro. Así que, por supuesto, mi ‘sí’ permaneció ahí durante todo este tiempo. Es algo que no puedes explicar. A veces hay una conexión muy fuerte, vienes a una orquesta y notas que será maravilloso. Aquí siento una sólida, buena y saludable conexión”.

Los músicos aseguran que derrocha energía en cada ensayo. Les ha pedido una foto a cada uno y está aprendindo el nombre de todos. Ante la provisionalidad de los últimos tiempos, algunos ya tenían hechas las maletas. Con su llegada, han pospuesto la decisión. Él corresponde con una declaración de amor pública y adelanta que cambiará de profesor de español en Berlín (donde vive actualmente) para acelerar su integración.

Afkham no sabe todavía si se mudará el año que viene a Madrid —solo tiene tres semanas contratadas—, o esperará a la siguiente temporada, cuando oficialmente tomará posesión de su cargo. Busca una continuidad que vaya más allá del paracaidismo. Aunque seguirá atendiendo los compromisos internacionales de su agenda (Sinfónica de Viena, Nacional de Francia, Sinfónica de Gotemburgo, Filarmónica de Los Ángeles, Gustav Mahler Jugendorchester, Sinfónica de Londres, Staatskapelle de Berlín...).

La idea ahora es diseñar el proyecto artístico, contratar a los directores invitados, ampliar el repertorio de la orquesta. Él se siente especialmente cómodo en el apartado centroeuropeo —Brahms, Beethoven, Wagner, Strauss, la segunda escuela de Viena, Bruckner o Mahler—, pero también quiere abrirse a la música española y a la contemporánea. Y es curioso, porque el sonido de su nueva formación, dice, le recuerda a esa escuela germánica a la que él pertenece. “Por intenso. Es muy expresivo y virtuoso. Puede ser también muy oscuro, algo que me gusta porque vengo de una tradición centroeuropea donde el equilibrio del sonido está guiado por los registros bajos… y puedo notar algo de esa tradición aquí también. Por eso me hace sentir como en casa”. Este viernes habrá ocasión de comprobar si toda esta ilusión puede trasladarse al sonido de la orquesta y hacerse emoción.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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