_
_
_
_
_
OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Qué pasó?

Los amantes del cine se preguntarán si lo que falló en Eurovegas fue que los inversores foráneos no untaron lo suficiente a los conseguidores nativos

Carlos Boyero

El cine logra que hagas caprichosas asociaciones con la realidad. Y todos sabemos que las licencias imaginativas que este se permite al narrar sus ficciones no son concebibles en el mundo real. ¿O sí? Por ejemplo, gracias a Scorsese, Coppola, Levinson y otros directores menos ilustres relacionamos el lúdico, alcohólico, putero, drogota y ludópata universo de los casinos de Estados Unidos con la mafia, un negocio sórdido regido por sus propias leyes y que solo es posible gracias a las turbias licencias que les otorgan los políticos y a la vista gorda de la ley sobre las infinitas tropelías que se cometan en ellos.

En la segunda parte de El padrino, el cerebral gánster judío Hyman Roth intenta convencer a Michael Corleone de que el porvenir de su gremio y el inmejorable blanqueo de dinero está en los casinos de Cuba. Evidentemente la inversión será cara, ya que las cuentas privadas de Batista y de su corte les exigen un pastón por sus favores. Michael no acaba de ver claro el negocio al observar cómo un revolucionario se inmola con una bomba para cargarse a un capitán de la policía. Su deducción parte de que, entre los dos muertos, el policía cobraba por hacer su trabajo y el revolucionario no. Su conclusión es que los subversivos podrían ganar la batalla. Adiós a los casinos y a las comisiones de los corruptos.

Esas truculentas alucinaciones pertenecen a la ficción. Toda la gente sensata sabe que el Gobierno de España y el de Madrid solo pensaba en los puestos de trabajo y en el bien común que reportaría Eurovegas. Hasta el extremo de que dejarían fumar en templo tan productivo (imagino que la tolerancia se ampliaría subterráneamente a otras cuestiones relacionadas con el placer) y que el filantrópico proyecto se ha quebrado porque el depredador Adelson exigía salvajes exenciones fiscales a este empobrecido país para multiplicar su inversión.

Y los amantes del cine se preguntarán: ¿qué falló en el business, que los inversores foráneos no untaron lo suficiente a los conseguidores nativos, que si se descubrían las fraudulentas condiciones en las que Alcorcón se transformó en Las Vegas los responsables perderían las siguientes elecciones? Son elucubraciones vanas. En la realidad, como siempre, se ha impuesto la lógica y la justicia.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_