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Arctic Monkeys, el genio y la chulería

'AM' es el disco internacional del año para los lectores de EL PAÍS. La banda del carismático Alex Turner ensancha su público alejándose de su rock acelerado inicial. Ahora quieren ser sexis

Ricardo de Querol
Arctic Monkeys: de izquierda a derecha, Alex Turner, Nick O'Malley, Jamie Cook y Matt Helders.
Arctic Monkeys: de izquierda a derecha, Alex Turner, Nick O'Malley, Jamie Cook y Matt Helders.

Son la banda de rock del momento, pero como son unos jovenzuelos queda la esperanza de que aún no hayan dado lo mejor de sí mismos. Arctic Monkeys, cuatro chicos ingleses de Sheffield, fueron una fulgurante revelación en 2005 con un rabioso rock juvenil, y su forma de salir al mercado se consideró un ejemplo para la industria del siglo XXI. Era el primer grupo MySpace, se dijo entonces, porque movieron masivamente su material en las redes sociales (y de mano en mano) antes de batir récords de ventas al editar Whatever people say I am, that's what I'm not. Pero la historia del rock está llena de bandas que subieron tan rápido como cayeron en el olvido después; desde luego, este no es el caso.

El quinto álbum de Arctic Monkeys, llamado simplemente por sus iniciales AM, es el mejor del panorama internacional en este año 2013, según buena parte de la crítica y, ahora también, según el veredicto de los participantes en la encuesta que ha realizado EL PAÍS en su página web. El disco obtuvo el voto del 17,79% de los casi 2.000 participantes entre 20 candidatos seleccionados.

AM es un álbum redondo, que mantiene un nivel muy alto en sus doce temas y demuestra el punto de madurez alcanzado por la banda. El tema de apertura es este Do I Wanna Know?, con un poderoso riff.

El grupo cuenta con un líder con el carisma que siempre se exigió a las grandes estrellas del rock. Alex Turner lo tiene todo a sus 27 años: un gran talento compositor, una voz seductora, habilidad con la guitarra y, de forma muy acusada, presencia en el escenario. Pose de dandi, tupé y peine en el bolsillo, guiños a las chicas. Un artista de magnética chulería. Un músico enorme.

Los Monkeys son continuadores de la mejor tradición del rock británico desde planteamientos muy indies. En AM han demostrado que saben evolucionar, desde luego más rápido que algunos de sus fans. En sus inicios eran una banda gamberra que cantaba a las juergas del sábado noche en canciones de dos o tres minutos que eran verdaderas descargas, casi un electroshock. "Hacíamos rock sin pensarlo demasiado", en palabras de Turner. Hoy han abierto mucho su abanico sonoro, lo que también ha ensanchado su público aunque estén disgustados algunos puristas (ya saben, esos de "solo me interesa su primer álbum"). Esto es rock guitarrero, pero las guitarras ya no están aceleradas. Abundan baladas cargadas de tórrida sensualidad, y hay soul y hay glam, y se cuida lo acústico, y juegan con sus voces, y hacen falsetes como los de One for the road.

Se atreven a todo porque se han negado a quedarse etiquetados. No vas a ir de alternativo cuando gustas a las mayorías. Nadie les encuadraría ya, como cuando empezaron, en lo que se llamó pospunk. En efecto tenían influencias de bandas con la crudeza y energía de los Clash, pero también bebían del más amable britpop, de la herencia beatle e incluso del hip-hop. Desde que están instalados en California, se les relaciona también con el stoner rock (otros lo llaman dessert rock), ese de guitarras pesadas y reminiscencias psicodélicas que practica su amigo y ahora colaborador Josh Homme (Queens of the Stone Age). La paradoja es que cada vez más remiten a los años dorados, a los grandes cantantes de los 50 y los 60 a los que quiere parecerse Turner. Según crecen suenan más clásicos. Eso los aleja de modas efímeras y quizás ayude a que dejen huella más duradera. Un ejemplo de su cara más elegante es este I wanna be yours, que firma Turner con el poeta John Cooper Clarke. Ahora los Monkeys se proponen ser sexis. Y hacer bailar al público, pero ya no dando botes.

Grabado en Los Ángeles bajo la impecable producción de James Ford, AM es una obra que la publicación británica New Musical Express señaló como "el mejor disco de la década", en una crítica tan rendida que los compara con figuras de la talla de Bowie, Beatles o Dylan. No mucho más prudente, Rolling Stone se preguntaba en portada (en su edición española) si son los nuevos reyes del rock.

En tierras británicas, donde son idolatrados, lograron colocar todos sus álbumes en el número 1. El pasado verano fueron los triunfadores del gran festival de las islas, el de Glastonbury, aunque compartían cartel con lo mejor de su generación y con veteranos de la talla de The Rolling Stones. No todo es tan unánime: se les resiste el mercado norteamericano, que ya no es tan propicio a las bandas inglesas como fue, si bien este AM llegó a ser el sexto más vendido de la lista Billboard, su mejor dato a ese lado del Atlántico. La crítica del New York Times, que en 2006 los había declarado "una de las bandas más excitantes del planeta", ahora opina que suenan a imitación. Si hay división de opiniones entre su propio público, ¿no iba a haberla entre los críticos?

Si hay que elegir un tema del álbum AM, el candidato claro es este R U Mine?, que se avanzó como sencillo en 2012 y cuyo contundente guitarreo ahora sirve para el último de los bises en sus conciertos. Porque Arctic Monkeys abren y cierran sus actuaciones con su nuevo disco, en vez de exprimir sus éxitos más conocidos como hacen tantos. Para eso hay que estar seguro de lo que uno vale. Hay que ser tan chulo como Turner. Y tan artista como él.

Arcade Fire y David Bowie, finalistas

El álbum Reflektor, de la banda canadiense Arcade Fire, ha sido el segundo más votado por los participantes en la encuesta de EL PAÍS como el mejor del año, en un desenlace reñido resuelto por solo tres puntos. Un 14,67% votó a favor del disco más arriesgado de los de Montreal, para el que se han asociado con el productor James Murphy (LCD Soundsystem). El innovador grupo, que saltó a la fama con un rock épico interpretado con instrumentos tradicionales como el de Wake up, vio el camino para la renovación tras el éxito de Sprawl II, una canción de estilo tecno y ochentero de su tercer álbum, The suburbs. Ahora irrumpen convertidos a la música electrónica y transformados en una banda ficticia (The Reflektors) en un álbum extraño, inquietante, quizás bizarro, pero brillante, que buscó inspiración en el carnaval de Haití. La fiesta caribeña se refleja en esta pieza representativa de su nueva etapa: Here comes the night time. Quizás este disco no entra a la primera, pero acaba enganchando también a los esperaban más violines y menos mezclas hechas en un ordenador.

El tercer álbum más votado de la lista fue The next day, el disco de la reaparición de David Bowie a sus 66 años, grabado en total sigilo cuando se le daba por desaparecido y se especulaba sobre su salud. El disco se llevó un 12,7% de los votos en la encuesta de EL PAÍS. A un artista con esa trayectoria ya no se le exigiría que sorprenda, en realidad no se le podía exigir nada porque lo ha demostrado todo, pero Bowie convenció con su primer álbum en más de una década. La canción que da nombre al álbum, y unas cuantas más, son tan buenas como tantas del mejor Bowie. En el provocador vídeo, que llegó a ser censurado por Youtube, el cantante hace de mesías en un raro oficio con cardenales y prostitutas. Genio y figura. El misterio que rodeó el lanzamiento del disco ha disparado las especulaciones sobre si es esta la despedida definitiva, muy a su manera, del que fue rey del glam. Nadie lo sabe: a Bowie el misterio le sienta muy bien.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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