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Cuando Camarón descubrió el rock

Ve la luz 35 años después una edición con sonido remozado de ‘La leyenda del tiempo’ Es un disco esencial del flamenco

Diego A. Manrique
Camarón de la Isla, durante la grabación de 'La leyenda del tiempo', retratado por el productor Mario Pacheco.
Camarón de la Isla, durante la grabación de 'La leyenda del tiempo', retratado por el productor Mario Pacheco.

La leyenda del tiempo se editó el 16 de junio de 1979. Como un rayo feroz, aquello debería haber incendiado la pradera de la música española de la transición. Misteriosamente, no ocurrió nada: unos miles de copias vendidas, más indiferencia que incomprensión. Incluso, su autor pareció alejarse de aquella vía. Solo en años posteriores se ha reconocido la audacia de aquella aventura.

José Monge Cruz, alías Camarón, intuía que La leyenda... tardaría en ser aceptada. Pero ya no está con nosotros para explicarse. Sí lo hace su productor, Ricardo Pachón, acompañado de Juan de Dios Martín, el cómplice que se ha ocupado de hacer “justicia sónica” al disco, para la llamada Edición 35º aniversario (Universal), que incluye un librito y el documental Tiempo de leyenda, de José Sánchez-Montes.

Pachón se deleita desmenuzando el parto de aquella obra prodigiosa. “A Camarón le gustaba escuchar rock pero no lo asimilaba en la misma medida que, por ejemplo, Raimundo Amador, que se llevaba mis discos de Hendrix y Deep Purple. Lo que sí ocurría es que estaba cansado de hacer elepés al viejo estilo, que se liquidaban en un par de días. El productor era el padre de Paco de Lucía, que les tenía a raya: si querían fumarse un porro, se tenían que encerrar en el lavabo. Y le atraían cosas que yo había hecho con Lole y Manuel”.

De hecho, el primer plan consistía en que José cantaría temas de Manuel Molina pero un malentendido entre las mujeres de ambos frustró la idea. Fue entonces cuando Pachón le presentó algunas adaptaciones que había realizado a partir de textos de García Lorca. “No era el Lorca más popular pero, de alguna manera, Camarón conectó con esa poesía. Pasamos un mes en mi casa de Umbrete, dando forma al los arreglos; nunca le vi tan feliz”. También se sumaron otras piezas, incluyendo lo que se convertiría en el himno camaronero, el Volando voy, de Kiko Veneno.

Para materializar La leyenda..., urgía revalorizar su caché cara a su propia discográfica, entonces Philips. Explica Pachón: “Camarón trabajaba a destajo: 125.000 pesetas por elepé, nada de royalties. Le gestioné grabar con CBS, con tratamiento de estrella: como fichaje, dos millones de pesetas. Pero Philips ejerció el derecho de tanteo y tuvo que quedarse. A cambio, yo exigí que nos dejaran usar su estudio grande. Sin limite de tiempo ni de medios: se grabó durante un mes, con músicos que venían de Sevilla y jazzeros de Madrid”.

La leyenda... pretendía acercar el volcánico arte del Camarón al público del rock. Tras la llegada de la democracia, las disqueras estaban explorando nuevos mercados y —considerando el éxito de Triana o Lole y Manuel— aquello tenía sentido. Pero había más voluntarismo que estrategia: la presentación del disco fue en unas bodegas de Jerez, lo que no ayudó mucho. Gracias a Gay Mercader, Pachón coló a Camarón, respaldado por el grupo Dolores, como telonero de un festival de jazz-rock en la Monumental barcelonesa, encabezado por Weather Report.

Allí, todo lo que pudo ir mal salió peor. Pachón todavía se indigna al recordarlo: “No pudimos probar. El volumen, mínimo, para que luego se lucieran las estrellas. Pero lo criminal fue que el técnico de mesa decidió que tenía que irse a cenar y me dejó a cargo del sonido de directo. Nunca he pasado mayor apuro”.

Hubo una segunda actuación eléctrica en Marbella, a la que un avergonzado Pachón no quiso acudir. Hoy, no cree que Camarón se achantara: “Eso de que iban gitanos viejos a El Corte Inglés, devolviendo La leyenda del tiempo, solo podía hacerle reír. Pero sí que entendió que aquella línea suponía mucho agobio. Había que disciplinar a unos músicos, pelear para lograr un sonido aceptable. Y total, ¿para qué? Si se presentaba con Tomatito como único acompañante, se quitaba engorros y sacaba más dinero”.

Aún así, el cambio fue considerable. Pachón produjo los siguientes álbumes: Como el agua, Calle Real, Viviré. Suelen ser descritos como un atrincheramiento, una vuelta al clasicismo, pero “se olvida que volvió Paco de Lucía y que se trajo los músicos que le acompañaban entonces: Carles Benavent, Jorge Pardo, Rubem Dantas”. Aparte, Camarón empezó a experimentar en su casa: “Tenía una habitación llena de grabadoras e instrumentos orientales. Un día me aseguró que había inventado... ¡el triple estéreo! Hace poco, intentamos escuchar aquello pero las cintas se habían deteriorado. Me hablan de un sistema que, mediante un horno, consigue que las cintas sean audibles. Sería bonito comprobar qué creaba en soledad”.

Acompañando a Pachón está Juan de Dios, músico y productor todoterreno, que descubrió La leyenda... gracias a Xoel López. “Me pasó una copia como algo especial. Cuando me propusieron reconstruir la mezcla, a partir de los multipistas, me sentí aterrado: era entrar en territorio sagrado. Empecé diciéndole a Ricardo, con mucho miedo, ‘quizás deberíamos quitar algo de reverb”.

Interrumpe Pachón: “Y le respondí: ‘Quita toda la reverb que quieras’. Eran modas del momento, automatismos de los ingenieros. No debería reconocerlo pero yo no era bueno en las mezclas. Después de sobrevivir a grabaciones muy anárquicas, encaraba las mezclas como un trámite, a superar lo más rápido posible”.

Ahora todo es más complejo, añade Juan De Dios. “Hemos hecho cuatro masters: para vinilo, CD, streaming digital y el digital de iTunes, de alta calidad. Hay mayor dinámica, brillan partes antes enterradas. Y Camarón... Ahora puedes oírle salivar, coger aire. Lo bueno es que no se notan las costuras: se conserva todo el poderío emocional de la grabación original. Te da escalofríos”.

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