_
_
_
_
OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Malabo

Lo sensato es usar la visita de una selección de fútbol de país democrático para proclamar la libertad. Es triste oír a un jugador joven decir que cada país puede tener el régimen político que quiera

David Trueba
Guinea Ecuatorial-España.
Guinea Ecuatorial-España.VALENTINA LIZARD (AFP)

La visita de la selección española de fútbol a Malabo ha generado una rara agitación política en un sector económico que está siempre protegido de estas disputas. Los medios de comunicación, en especial sus secciones deportivas, se vieron forzados a unos razonamientos desacostumbrados. Ya no se trataba tanto de enjuiciar un fuera de juego o un árbitro casero, sino algo más rocoso. Por tanto, ha provocado un cortocircuito del que la federación de fútbol trató de salir indemne por la vía del silencio, verdadero acompañante de la sonoridad del bombo de Manolo. La pregunta es si resulta correcto ir a actuar a países dictatoriales. La respuesta es bastante fácil y no se entiende el miedo que las autoridades futbolísticas tenían en darla.

La selección española puede ir a jugar donde quiera. Actúa para el público local, que es la primera víctima de cualquier dictadura. La organización de mundiales suele premiar a regímenes turbios. Sería raro que mientras vendemos empresas y rincones de costa a cualquier petrodictadura y a la cleptocracia internacional, acosáramos con escrúpulos a los futbolistas y a los cuadros flamencos en sus bolos. Si aceptamos la publicidad en sus camisetas venga de donde venga, permitamos que sus giras incluyan cualquier rincón que resulte lucrativo o geográficamente estratégico para su preparación. También los españoles agradecíamos los turistas, los grupos musicales, los escritores sanfermineros y los rodajes que nos visitaban durante el franquismo.

Las patadas en el campo ya son otra cosa. En un encuentro amistoso, quizá fueran venganza colonial o estrategia de pizarra. Una vez aceptada la mayor, a ser posible sin escurrir el bulto ni tapar micrófonos, lo sensato es utilizar la visita de una triunfadora selección de país democrático para proclamar las ventajas de la libertad. Escuchar a un jugador joven y admirado decir que cada país puede tener el régimen político que quiera provoca una tristeza profunda. No en vano el continente europeo gira hacia el fascismo y la xenofobia porque sus habitantes más afortunados son incapaces de darse cuenta del privilegio del que gozan. Todo les parece natural mientras no afecte a su bolsillo. Haga como yo, no se meta en política, podía haberles dicho Obiang, si no vinieran ya de España con la perversa lección bien aprendida.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_