La cultura, ante el cambio de paradigma
El V Foro de Industrias Culturales discute en el Museo Reina Sofía sobre el futuro de sus distintos sectores en la era digital
Bajo la evocación de aquel título de Apocalípticos e integrados, el magnífico ensayo de Umberto Eco sobre la cultura, se celebra en el Museo Reina Sofía el V Foro de Industrias Culturales, organizado por la Fundación Santillana y la Fundación Alternativas. Eso sí, debe añadirse a tal epígrafe la palabra “digitales” para comprender la magnitud del asunto. Esa es la clave hoy de la cultura y la industria que la rodea, en muchos casos aturdida por los golpes que ha recibido estos años: quiénes serán capaces de adaptarse a los tiempos y quiénes seguirán rechazándolos aferrados a un modelo que hundiéndose a marchas forzadas. Para esos últimos, la situación es preocupante. Algo que, en realidad, ha sucedido siempre para aquellos que se han resistido al cambio.
Y de eso habló Pere Portabella, presidente de la Fundación Alternativas, en la ponencia institucional, de algún modo la inauguración del encuentro. Y esa integración o autoexclusión, muchas veces, comienza en la clase política. El peor ejemplo. “El ciudadano es el sujeto político más avanzado en este cambio. Se habla de bien común (no estado de bienestar), cooperación e igualdad. Se utilizan asambleas con una implicación en la problemática de los ciudadanos (preferentes, deshaucios…). Recuperan una visión más humanista y global. Ellos están mutando el lenguaje, de mudanza. La clase política, no”, ha señalado el cineasta. Junto a Portabella han estado Ignacio Polanco (presidente de la Fundación Santillana), que advirtió de “los efectos colaterales de la innovación”; José Luis Acosta (presidente de SGAE), que en su papel institucional reclamó la importancia de las sociedades de gestión de derechos de autor y Federico Halpern (presidente de la Fundación Jesús Serra).
Portabella recordó esa máxima, quizá hoy más vigente que nunca, de que “la cultura no es un buen negocio” señalando la evolución sufrida en el último siglo, antes de que los contenidos (literarios, informativos, musicales) pudieran pensarse como una forma de negocio. “En el siglo XX se crearon las industrias culturales. Pero el listón de la calidad lo marca el mercado: audiencias y ventas. Pero esto ha quebrado. La distribución es inmensa y la comunicación inmediata. La gente ya no quiere almacenar, quiere usar. Lo que se han movido no son las piezas, es el tablero”. Y sobre ese cambio de tablero global discutió también otra de las mesas redondas de la mañana.
Los datos son el petróleo del siglo XXI Javier Celaya
Bajo el título de Cómo lo digital transforma la cadena industrial de producción, distribución y consumo, Javier Celaya (socio-fundador del portal cultural Dosdoce.com) dio algunas claves para ver la foto fija del momento actual. No hay vuelta atrás, aseguró, y no pueden permanecer las mismas estructuras que mantenían hasta ahora la industria. Celaya estructuró en varios ejes la vía de acceso a la supervivencia. O al éxito, según se mire.
Para el fundador de Dosdoce.com es fundamental “transformar la manera de contar historias”. En una sociedad eminentemente visual, por ejemplo, el texto ya no le es todo en el relato. Para ilustrarlo, tiró de la magnífica cobertura en web que hizo el periódico The Guardian la semana pasada sobre el espionaje de la NSA. Pero es algo extensible a todos los campos. “Se transformará el concepto del libro. Ya no sabremos si son videojuegos, libros, vídeos… Relatos sin texto, solo audio o animaciones”. La distribución, tal y como la conocíamos, desaparecerá. Como los 7.000 kioskos que han cerrado en España en los últimos años. “Las editoriales deben apostar por tener una relación directa con sus lectores. Lo dijo Mark Dolhe, de Random House. Y eso es venta directa. Nada de intermediarios”. Eso implica un análisis de los datos para conocer al consumidor. “Los datos son el petróleo del siglo XXI”, ha lanzado.
Tampoco, según Celaya, pagaremos ya por modelos de suscripción globales. Por paquetes completos. Ni siquiera, se deduce, por ser socios o abonados de ningún ente o publicación. Lo haremos solo “por lo que leemos o consumimos”. En tiempos de crisis, el compromiso económico no parece la mejor idea. Es más, estaremos dispuestos a desembolsar dinero más por los servicios alrededor del libro que por los propios contenidos. ¿Los precios? Solo funcionarán aquellos que sean dinámicos, basados en la oferta y la demanda. Algo así como los billetes de avión, que según recordó el ponente, son más baratos los martes y los miércoles, que los sábados o los domingos.
Le acompañaron en la mesa redonda –que moderaba la periodista Montserrat Domínguez-Enrique Bustamamt (Catedrático de comunicación audiovisual y publicidad complutense), que certificó el derrumbe de las políticas públicas, “y no solo por cosas como el IVA cultural, sino por falta de política europea”. O Carlos Relloso (Director general de desarrollo digital de PRISA Noticias), que reclamó un mayor “apasionamiento digital”. “Además de leyes y lobbies, nos falta una reflexión sobre el consumidor”, dijo. Junto a ellos, estuvieron también David Fernández Poyatos (director de Nubico) y Antonio Ramírez (director de la librería La Central). Este último aportó es matiz en tono de grises al advertir de que no todo vale en el avance tecnológico. “Porque algo pueda ser factible tecnológicamente, no quiere decir que sea deseable. La imposición de los sistemas cerrados de Amazon o Apple han sido un golpe a la industria”.
Babelia
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