Sonorama, ese milagro sin playa
Fran Healy, de Travis, no convenció en un escenario en el que triunfó Jero Romero
A Javier Ajenjo se le reconoce fácilmente en el lateral de cualquier escenario. Siempre está ahí controlando todo. Alto, grande, bonachón, con gafas, de 39 años y casi siempre pegado a un móvil a la caza de cualquier problema que solucionar sin perder a calma. Ni la sonrisa. Él, ademas de ser el socio fundador junto a tres amigos del instituto de las bodegas Neo (su tempranillo es irresistible), es el director de la asociación cultural que organiza el festival Sonorama Ribera, un “pequeño milagro sin playa”, que ayer cerró su decimosexta edición con un éxito de casi 10.000 asistentes. ¿Quieren algún ejemplo de cómo Ajenjo soluciona problemas?
Hay que viajar a las primeras horas del jueves, cuando comenzó el certamen, hasta la ventanilla donde se compran los sonos, la moneda —equivalente a un euro— que sirve para comprar bebida. Reina el caos y las colas por culpa de la escasez de fichas. El director del festival, cual superhéroe local, pone en marcha su astucia y derriba a golpes la puerta del polideportivo donde se guardaban, bajo llave, las fichas que no estaban en circulación. “¿Has visto? Por este tipo de cosas se puede parar un certamen”, alardea Ajenjo tras solucionar el asunto sin mostrar un atisbo de desasosiego.
Así es el espíritu del Sonorama, en Aranda de Duero, uno de los festivales con más carácter de España. Vale, las cosas se pueden torcer, pero también se pueden arreglar sin perder los nervios. Hay crisis, sí, pero hay suficiente talento en el pop-rock nacional como para no quedarse parado lloriqueando.
Este talento se hizo patente a primera hora del viernes, día fuerte del festival, mientras se ponía el sol sobre la ribera del Duero y el tono rojizo inundaba sus campos; y la luna... ¡Basta! Vayamos al grano: Jero Romero, toledano de 36 años, excantante de The Sunday Drivers, tiene el directo más interesante que se haya visto en mucho tiempo. En poco más de los seis metros metros cuadrados que utilizan de escenario, los cuatro músicos, que le acompañan, unidos en un círculo invisible, le ponen más pasión a cada acorde que Messi en un regate. Lo suyo suena a The Band y a Crosby, Stills & Nash con unas letras que nacen desde el lugar donde surgen las cosas que son de verdad. Escuchen Las Leves, Devolverte o Ya te lo decía yo y háganse un favor a ustedes mismos.
Aunque no las entendiese al estar en castellano, sí captó el mensaje Fran Healy, líder de Travis, que observó con atención la actuación del toledano y tras su concierto fue a saludarlo para rendirle pleitesía e invitarlo a su estudio de Escocia para “hacer algo juntos”. Una lastima que Healy, pese a tener un repertorio mas que notable, ofreciese un espectáculo simplemente correcto. Sonó Where are you stand y Sing, pero tras el impacto de ver el aspecto del cantante, con gorra y visiblemente envejecido (solo tiene cuarenta años), su concierto transcurrió sin demasiadas sorpresas emocionales.
Nada que ver con esa extraña y adictiva mezcla entre rap, fiesta y pop de Delafé y las flores o la capacidad de convocatoria de los granadinos Lori Meyers, que sin haber compuesto sus mejores canciones en su nuevo disco Impronta, sí tienen un repertorio suficientemente bueno como para, junto a Romero, convertirse en los triunfadores de la noche del viernes. Una jornada que se cerró con dos grupos que van escalando posiciones en calidad y aceptación entre el público: por un lado el rock facilón y efectivo de Miss Caffeina y por otro el pop electrónico de Dorian. Lo mismo que otras de las sorpresas del sábado durante los conciertos de día en la plaza del Trigo, en pleno centro de la ciudad: la banda Izal tienen canciones y actitud para levantar cualquier audiencia.
El festival se cerró ayer sábado con el gallego Xoel López y la interesante transformación de sus canciones en folk rock latinoamericano (atención a Tierra); el lúcido rock andaluz de los sevillanos Pony Bravo; la divina puesta en escena de Standstill con una vidrieras de catedral de fondo y la explosión de pop juvenil de Supersubmarina que dejó al público más que satisfecho tras tres días de conciertos.
Y sin un solo incidente, que ya estaba ahí Javier Ajenjo, en el lateral del escenario para evitarlos o solucionarlos.
Babelia
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