Django desposeído

Secuela puramente nominal, en su versión en lengua inglesa, de Exorcismo en Connecticut (2009), Exorcismo en Georgia utiliza, con singular torpeza, la memoria de la esclavitud como cargamento de culpa nacional con el empeño de levantar un efímero Túnel del Terror para multisalas condenado al olvido instantáneo. La película del debutante Tom Elkins, que había sido montador del primer título de la saga y de La otra hija (2009) del español Luiso Berdejo, se abona a la tendencia de última hora del cine de terror estadounidense de legitimar su relato como hecho verídico: es, por supuesto, una falsa pista, porque en el conjunto acaba prevaleciendo el sentido del espectáculo pirotécnico por encima de toda vocación hiperrealista.

La traducción al español del título –donde el haunting se convierte caprichosamente en exorcismo- funciona como pantalla de humo para lo que no es más que un rutinario ejercicio en el subgénero de la casa encantada. Elkins logra generar puntual inquietud con soluciones de puesta en escena, que, enseguida, neutraliza con estridentes subrayados de posproducción. Y, por supuesto, esto no es Django desencadenado –donde las herramientas del subgénero servían para exorcizar un trauma colectivo-, sino una bala de fogueo incapaz de hacer mella en el tratamiento cinematográfico de la esclavitud.