Israel Galván, arqueología del baile
El bailarín sevillano presenta en el Festival del Cante de las Minas 'Fla-co-men' Es un espectáculo de excelente danza y música
Si el filósofo Jacques Derrida levantara la cabeza, vería que su hoy un poco desvanecida teoría, además de algunos libros y congresos, ha dado una escuela de arquitectura en Estados Unidos (que él alcanzó a conocer en vida), una manera de cocinar (léase Ferrán Adriá) y ahora también una escuela de baile flamenco, representada sobre todo por el bailarín-bailaor Israel Galván.
Me parece que fui el primero en bautizar su estilo como baile de-construido, evocando así la filosofía de Derrida. Ahora, en el entorno del bailarín sevillano, que anoche protagonizó junto a la cantaora Argentina la cuarta gala de la 53 edición del Festival Internacional del Cante de Las Minas, dicen que se ha exagerado lo de la de-construcción, pero admiten que algo hay de eso.
De-construir o desconstruir significa, según el modelo filosófico original, rastrear el sentido que se esconde más allá de la apariencia formal de un texto ¿Qué otra cosa es si no lo que hace con despuntes de genialidad Israel Galván? Podemos pensar también en la arqueología del poder o de la cultura de Foucault, que siempre pone bajo sospecha la inocencia o neutralidad de todo saber, incluido, por ejemplo, el Derecho o la definición de locura.
El último estreno de Israel Galván, Lo Real, una producción internacional estrenada en el Teatro Real de Madrid en diciembre pasado, recibió a parte iguales aclamaciones y sonoros pateos por parte del público, además de algunas durísimas críticas. Justas o no esas críticas, creo que el bailarín se enredó demasiado en ese espectáculo.
Anoche, sin embargo, a La Unión trajo otro montaje, Fla-Co-Men, breve, sobrio y casi desnudo en su planteamiento, que el propio Galván presenta como una reivindicación de la música, sin argumentos, sin teatro. Y en ese hacer música, excelente, por cierto, el cuerpo es para él un instrumento más, que en este espectáculo casi se limita a acompañar (eso sí con una técnica privilegiada) a cada instrumento, sea el saxo, el violín, la percusión o la voz extraña, antigua, bizantina, extraordinaria de Tomás Perrate.
El cuerpo, claro, produce sonidos y música, la voz pertenece al cuerpo y ésta posee notas que producen el canto. Con el cuerpo se taconea, se hacen los pitos de los dedos e incluso se emiten ruidos (la evacuación de gases), que están en el origen de toda música, en el comienzo de todo.
Esa es a mi entender la clave de la propuesta conceptual de Galván, en general y en particular en este montaje, desde el propio orden de las palabras: Fla-co-men por Flamenco, despiezado y presentado aparentemente de una manera muy moderna y casi perfomántica, pero aludiendo a los orígenes. En esta evolución hacia atrás, hacia lo primigenio, y disculpen el oxímoron, lo más limpio, lo más puro, lo más desnudo sería la mera interjección, en el caso del flamenco el ¡Ay!, que es al mismo tiempo la única expresión sincera del lenguaje humano. Claro, que la danza, que es el cuerpo o el cuerpo silencioso en movimiento, también tiene su propia música callada. No hay aquí ni fusión ni collage, características atribuidas a otros de sus espectáculos. Hay pureza, un recorrido en el tiempo a la inversa para situarnos en lo más profundo y tribal, o más bien primigenio, de la expresión artística del hombre. En este sentido, su montaje puede resultar frío porque Galván hurta al público los afeites y adornos, como por ejemplo desplantes, para marcar una distancia racional con el público.
Pero, si queremos prescindir de abstracciones conceptuales, diremos simplemente que el espectáculo estaba lleno de espléndida música y de un baile lleno, depuradísimo y dueño de una técnica envidiable.
El cante de Argentina
Antes de la actuación de Galván, había presentado su último disco, Viaje por el flamenco, la artista onubense Argentina, una excelente cantaora que en esta ocasión no tuvo su mejor noche. Se empeñó en dar a todo un ritmo trepidante, que a veces entre palmeros, percusión y guitarras se convertía en ensordecedor. La hemos visto mucho mejor que esta ocasión, habrá que esperar otra oportunidad.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.