El universo elegante
La Filarmónica de Berlín cierra su paso por Madrid con dos extrordinarios conciertos en el Auditorio en el ciclo de Ibermúsica
Se refiere Brian Greene en su libro El universo elegante a lo que él denomina “sinfonía cósmica” aplicada a la ciencia, buscando las relaciones entre espacio, tiempo y la mirada del espectador. Escuchando a la Filarmónica de Berlín cierto concepto cósmico del sonido adquiere todo su sentido y, desde luego, el universo musical se muestra elegante como pocas veces. Pensaba en estas cosas escuchando ayer la primorosa versión de la Tercera sinfonía, Renana, de Schumann, que la orquesta regaló al público de Ibermúsica bajo la incisiva y extrovertida dirección de Simon Rattle. Los tiempos en su sitio, la dinámica de una agudeza extraordinaria, la fascinación romántica a punto. El día anterior habían convencido con la Segunda del mismo compositor, pero tengo la sensación de que en la Tercera fueron más allá, entrando de lleno en el territorio de la seducción.
En el concierto del sábado lo más deslumbrante fue la interpretación del Réquiem, de Fauré, entre otras razones por la sobresaliente actuación del Orfeón Donostiarra. Qué maravilla. Hacía más de una década que no escuchaba al Orfeón con tanta perfección y a la vez con tanta sensibilidad. Exactos en la afinación, sobrecogedores en los pianísimos, derrochando a cada momento un sentido musical que ya teníamos casi olvidado en la faceta coral.
Berliner Philharmoniker
Director: Simon Rattle. Orfeón Donostiarra. Con Camilla Tilling, Andrè Schuen y Guy Braunstein. Obras de Fauré, Schumann, Mozart, Mahler y Berg. Ibermúsica. Auditorio Nacional, 29 y 30 de junio.
El Réquiem, de Fauré, esa obra que trata la muerte de tú a tú, en su dimensión más cercana, se vió beneficiado de una interpretación intimista, sin subrayados, casi confidencial. La emoción en el mecanismo de la escucha era interior, y la asombrosa lectura de los Berliner se complementaba con una visión desgarradora, sutil y técnicamente impecable del Orfeón. Inolvidable. No es de extrañar que Rattle ascendiese hasta los bancos donde estaba situado el coro para reconocer su trabajo y provocar de paso en el público una ovación atronadora.
Rattle demostró su buen momento mozartiano con la obertura de La flauta mágica y su gusto por lo infrecuente en Blumine de Mahler. Su labor de acompañamiento llegó a cotas magistrales en el Concierto para violín , de Alban Berg, cuya parte solista fue tocada por Guy Braunstein. Orquesta, solista y director se mostraron absolutamente compenetrados. El universo elegante volvió a hacer acto de presencia.
Babelia
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