Revolución
Porque estamos llegando a conclusiones necesarias, sabemos ahora que la boda de la hija de Aznar fue para la cultura del pelotazo lo que la toma de la Bastilla para la revolución francesa


Porque estamos llegando a conclusiones necesarias, sabemos ahora que la boda de la hija del presidente Aznar en El Escorial fue para la cultura del pelotazo y el arribismo lo que la toma de la Bastilla para la revolución francesa y el asesinato de los Romanov para la revolución soviética. Era la culminación de una revolución, pero que en este caso no nacía de abajo contra arriba, del descontento del pueblo insatisfecho, sino desde la élite contenta y satisfecha sobre el pueblo apático. Para culminar esa revolución era imprescindible, de esto no cabe duda, que la década larga de Gobierno socialdemócrata hubiera vaciado a conciencia los cajones de la culpa y pregonara a los cuatro vientos que el mejor país es el país donde es más fácil hacerse rico rápido.
Es normal pues que salgan en defensa de las cuentas del bodorrio, pese a que la pedalada de la correa de la trama Gürtel ya para entonces estaba presuntamente infiltrada en cada esfuerzo, y que en esa defensa enrocada, el mensajero sea el malo de la película. Y para culminar una semana exculpatoria, nada mejor que la comparecencia de Aznar en Antena 3 para reivindicar sus años de Gobierno voraz frente a la languidez actual. Y los analistas coinciden en que el planeo de Aznar sobre las políticas de Rajoy no son una declaración de guerra, sino el instinto del depredador cuando empieza a oler a muerto cerca.
Según contó en Al rojo vivo de La Sexta, Gloria Lomana, la anfitriona de la entrevista en el canal hermano mayor y conservador, Aznar le aseguró que iba a dar titulares y es cierto que los dio. Pero también esquivó darlos en dos asuntos: si se arrepentía de haber nombrado a Rajoy o si pensaba volver a la política, verdaderas dimensiones de su teatro actual. Los titulares que perseguía tenían más que ver con la reivindicación de su revolución. Esa gran fiesta que los españoles pagaron a escote mientras los impuestos parecían bajar, aunque nunca fue lo mismo ser y parecer. Y termina por confirmarse como cierto eso de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, porque no podíamos pagar tanto festejo, tanta fórmula 1 y tanta consultoría inexistente. La revolución continúa.
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