‘Potrico’, una belleza de toro
La corrida de Pedraza de Yeltes fue mala, mansa, huidiza y sin clase alguna
La corrida de Pedraza de Yeltes fue mala, mansa, huidiza y sin clase alguna, pero estuvo muy bien presentada. Y la mejor estampa de la tarde, y de muchas tardes, correspondió a Potrico, que hizo quinto, colorado, largo como un tren, alto, bien armado, de mirada altiva, serio, con cuajo… Una preciosidad de toro, Pero, en esta ocasión, el míster universo del campo bravo, el más bello, no tuvo la suerte de los guapos. No llevaba en el ruedo ni quince segundos, lo llamaron desde el burladero de cuadrillas, acometió con velocidad y se dio un trompazo que le dolió a toda la plaza. Y el toro, tristemente, quedó inutilizado; rodó por los suelos, intentó levantarse en varias ocasiones y en todas ellas volvió a la arena. El animal se había roto por dentro. Por fin, y con mucho esfuerzo, pudo ponerse en pie, quiso mantener el tipo, pero era evidente que se había descordado, y fue devuelto a los corrales. Una pena, porque su imponente estampa, su belleza sin par, merecía mejor suerte. Quede, al menos, el titular de esta crónica como homenaje a su estirpe.
Pero no fue el único que rodó por el piso, Hasta cuatro toreros sufrieron percances y, afortunadamente, todos resultaron ilesos. Eduardo Gallo sufrió una tremenda voltereta cuando quitaba por chicuelinas al primero de la tarde; Pablo Ciprés, de la cuadrilla de Uceda, fue perseguido y arrollado por el cuarto; a José Luis Barrero, subalterno de Mora, lo atropelló el quinto al salir del caballo, y El Puchi se cayó después de banderillear al sexto, y entre Gallo y Mora le salvaron de una posible cornada; momentos después, en el siguiente par, otro quite providencial de Mora, a cuerpo limpio, evitó el percance de su subalterno Víctor Manuel Martínez, a quien el toro lo tenía prácticamente cogido junto a las tablas
En fin, una tarde movidita. El propio David Mora puede dar fe de ello porque pasó el quinario con ese sexto, otro manso que derrochó genio y se defendía con arreones y tornillazos. El torero quiso ponerse bonito y el animal no admitía un pase por ningún lado. Pasó las de Caín, se le vio cogido en varias ocasiones y solo al final, con la espada de verdad ya en la mano, se le ocurrió doblarse por bajo, que es lo que toro requería y el torero no hizo. Total, que salió entero el torero, que no es poco triunfo en tales circunstancias. El tercero, que buscaba las tablas con desesperación, le permitió algunos pases estimables y aislados en los que brilló más la voluntad del torero que la hondura de su labor. A pesar de ello, hubo petición de oreja -extraña actitud de parte del público- y el torero dio la vuelta al ruedo. Bien es cierto, no obstante, que estuvo muy entregado con el capote en ambos toros. A su primero lo recibió a la verónica, que repitió después en un quite, y de igual modo saludó al sexto. Fueron muy jaleadas, pero serán más bellas cuando Mora toree con la cintura y no encorve la espalda.
Pedraza/Uceda, Gallo, Mora
Toros de Pedraza de Yeltes, -el quinto, devuelto-, muy bien presentados, mansos y desclasados; el sobrero, de José Vázquez, de feas hechuras, manos y noble.
Uceda Leal: pinchazo, estocada y dos descabellos (silencio); dos pinchazos, estocada, cuatro descabellos _aviso_ cuatro descabellos, otro pinchazo, cuatro descabellos _2º aviso_, cinco descabellos y el toro se echa (bronca).
Eduardo Gallo: estocada caída (algunos pitos); pinchazo, estocada, un descabello _aviso_ un descabello y el toro se echa (silencio).
David Mora: estocada (vuelta); estocada caída, un descabello y el toro se echa (palmas).
Plaza de Las Ventas. 21 de mayo. Decimotercera corrida de feria. Casi lleno.
Eduardo Gallo apuntó con acierto en su lote, pero no acabó de disparar. Parecía que…, pero no. A punto estuvo de…, y todo quedó en nada. Se le vio con ganas, pero, quizá, su toreo fue mecánico, frío, con escaso fundamento. Ilusionó el inicio de su faena al segundo de la tarde, y, como quien no quiere la cosa, ligó dos tandas de redondos, tirando de la embestida y embebiendo al toro en la muleta. Pero, de pronto, el toro le enganchó la tela y cambió el paisaje. Un desarme, después, y todo se difuminó. El sobrero que sustituyó al bello Potrico era el feo de la película, manso también, pero metió la cara en el último tercio. Y Gallo lo enganchó con la mano derecha y trazó un par de tandas de buena factura. Los pases surgían acelerados, el torero muy encima, quizá, de su oponente, y la obra fue perdiendo fuelle a medida que iba sucediendo. Total, que llegaron los enganchones y, otra vez, lo que parecía algo quedó en la nada.
Y el veterano Uceda Leal no tuvo su tarde. A fin de cuentas, es humano. De entrada, se le vio como alicaído, con pocas ganas, como quien viene a cumplir con una obligación. Esa fue la imagen que transmitió cuando recibió al huidizo primero, un dechado de mansedumbre, sin clase ni casta. Uceda no expuso un alamar y lo despachó pronto, aunque de mala manera.
OVACION: Félix Rodríguez saludó tras un buen tercio de banderillas; también lucieron Domingo Siro y Pedro José Cebadera.
PITOS: Uceda Leal no tuvo su tarde con la espada y a punto estuvo de que le echaran al corral el cuarto de la tarde.
Y lo peor llegó en el cuarto; ahí demostró el torero que no tenía el ánimo en su sitio. Precavido y muy desconfiado ante otro animal inservible, ni se esforzó en estar decoroso. Y cuando llegó la hora de matar, él, que pasará a la historia como un gran estoqueador, protagonizó un mítin impropio de un torero de su experiencia. No le devolvieron el toro al corral porque el animal se apiadó de su matador y se murió solo. En fin, que Uceda Leal no tuvo su tarde; el problema es que si no la tiene en un pueblo perdido, no se entera nadie. En Madrid, ya se sabe, te conviertes en la comidilla de este país de porteras. Mala suerte.
Babelia
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