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FERIA DE SAN ISIDRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Brutal atropello iniciático

Una vez más, Daniel Luque manejó el capote con soltura y gracia El Cid recordó naturales largos y sentidos en una faena sin fundamento

Antonio Lorca
El diestro Alberto López Simón que confirma alternativa durante el sexto festejo de la Feria de San Isidro.
El diestro Alberto López Simón que confirma alternativa durante el sexto festejo de la Feria de San Isidro.LUIS SEVILLANO

López Simón no olvidará nunca su primer muletazo en las Ventas como matador de toros. Citó por estatuarios, y el animal acudió con violencia. En el momento del encuentro, cambió su trayectoria y atropelló al muchacho como solo puede hacerlo un camión. Se lo echó a los lomos y lo pisoteó en el suelo. Parecía evidente que no llevaba cornada, pero la paliza fue de esas que solo se soportan con los veintidós años que tiene este chaval.

Quedó en el suelo totalmente desmadejado. Ayudado por sus compañeros, no se mantenía en pie. El Cid le vació una botella de agua por la nuca, y el líquido elemento obró el milagro. El torero se repuso, tomó aire, pidió la muleta, y con el vestido blanco hecho un cristo entre la tierra mojada y la sangre del toro, se dirigió con paso firme hacia la boca de riego.

San Lorenzo/El Cid, Luque, Simón

Toros de Puerto de San Lorenzo, mal presentados los tres primeros y correctos los demás; mansones, blandos, nobles y sosos. El segundo, inválido, muy protestado.

Manuel Jesús El Cid: estocada y un descabello (silencio); pinchazo y estocada (silencio).

Daniel Luque: pinchazo y estocada muy trasera (silencio); estocada caída (ovación).

López Simón, que confirmó la alternativa: tres pinchazos _Aviso_ dos pinchazos, estocada y un descabello (ovación); pinchazo _aviso_ pinchazo y tres descabellos (ovación).

Plaza de Las Ventas. 14 de mayo. Sexta de feria. Casi lleno.

Allí, hincó las dos rodillas en la arena, no se sabe si en actitud heroica o porque no le sostenían los magullados huesos, y volvió a citar al toro.

Fueron cuatro o cinco muletazos con la mano derecha, en los que la emoción fue creciendo hasta el do de pecho final, el torero ya enhiesto, que desbordó el entusiasmo en los tendidos.

Nunca un golpetazo tan descomunal tuvo un final tan gratamente inesperado. Lo cierto es que López Simón había pasado del dolor al éxito en cuestión de minuto y medio, y se había metido a la gente en el bolsillo con una reacción propia de torero valiente y cabeza fría.

A partir de ahí, la película no siguió el guion esperado. El toro se vino abajo, molestó el viento, y el péndulo de la tensión fue perdiendo intensidad. Además, mató muy mal, y todo quedó en una ovación de reconocimiento porque el joven torero se había presentado en Madrid con un atropello inicial de los que hacen época y no perdió la compostura, que se dice pronto.

Volvió a intentarlo en el sexto, cuando llovía con fuerza y el público estaba más pendiente del paraguas que de lo que ocurría en el ruedo. Un toro muy manso y rajado, que embestía a regañadientes y a su aire, le impidió alcanzar el éxito que buscó con pundonor y entrega encomiable. Algunos naturales brotaron ajustados, -siempre al hilo del pitón-, y aunque volvió a errar con el estoque, quedó claro que este muchacho quiere ser torero.

Un torero hecho y derecho es Manuel Jesús El Cid, y tuvo la mala suerte de que le tocara en primer lugar un inválido que el presidente, en una decisión inexplicable, se empeñó en mantener en el ruedo. Pero Manuel Jesús le echaba el capote arriba para que el animal, un muerto en vida, no se cayera y arreciaran las protestas que ya eran abundantes. Se supone que el torero no quería matar el sobrero y prefería el escándalo del toro enfermo. Y consiguió su propósito. Y debió estar satisfecho porque El Cid se empeñó en darle pases al moribundo entre el choteo general en lugar de acabar cuanto antes con aquel desagradable espectáculo. A veces, entender a los toreros es tarea imposible.

OVACION: Encomiable actitud del joven López Simón ante el toro de su confirmación.

PITOS: Inexplicable la decisión del presidente de mantener en el ruedo al inválido segundo toro de la tarde.

Llegó, después, el cuarto, de noble pitón izquierdo, y el torero lo pasó por ese lado de manera desigual, aunque algunos naturales brotaron largos y sentidos. Siguió con la mano derecha y forjó una faena sin fundamento ni esencia, destemplada y superficial. Además, pinchó, y la remota posibilidad de una oreja se escapó.

De nuevo ha demostrado Daniel Luque que maneja el capote con soltura y gracia. Recibió a su primero con airosas verónicas, y lo quitó, después, con ajustadas verónicas que cerró con una media primorosa. Se mostró valeroso y entregado ante un toro deslucido, de embestida pegajosa y corto recorrido. Al final, su labor quedó en nada. Volvió a intentarlo en el quinto, cuando llovía copiosamente, y dibujó algunos naturales de buen trazo. Lo intentó mientras cada cual buscaba un refugio, pero apareció entonces un torero moderno y aliviado, siempre mal colocado y con todas las ventajas. Así, su labor se fue diluyendo, y solo sirvió para pasar con mejor humor el malaje del agua.

Total, que acabó la corrida deprisa y corriendo, calados hasta los huesos y el alma encogida. Porque no hubo triunfo, ni toros ni toreros que fueran capaces de remontar las dificultades para cambiar el tono tan mediocre de esta feria que ya ha celebrado cinco corridas y aún no conoce el sabor de una vuelta al ruedo.

Lo que son las cosas, una voltereta de miedo hizo albergar las mejores esperanzas. Paradojas de esta fiesta…

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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