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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Fugas

Nunca sabremos si el nuevo Gobierno consideraba 'Amar en tiempos revueltos' demasiado imbricada con el ADN de las legislaturas de Zapatero

David Trueba

El desplome de espectadores en las tardes de TVE convierte en una pésima decisión haber dejado marchar a la competencia un serial asentado y seguido como Amar en tiempos revueltos. Nunca sabremos si había algo en la esencia de esta tira diaria que el nuevo Gobierno consideraba demasiado imbricado con el ADN de las legislaturas de Zapatero. Por más que suene chusco, a veces condicionantes así regulan un negocio que jamás logra estar del todo independizado de la charca política. Pero la fuga no es saludable para nadie. Por más que el serial hubiera impuesto su fórmula de alargadas acciones paralelas como rutina a veces enervante, recogía los frutos de la fidelidad de años, algo que permite a la televisión funcionar como una prolongación de la propia familia.

En la televisión española, como en casi todo en nuestro país, la resistencia es un valor. Si no, que se lo digan a los varios ministros de Rajoy amenazados por la exigencia de dimisión, que tratan de parapetarse en el paso del tiempo y en ciertos valores de aguante convencidos de que una vez pasado el chaparrón siempre vuelve a salir el sol. Los programas que resisten en antena adquieren con los años unos valores de cotidianidad inasequibles para el resto. Por eso es bastante más rentable prolongar nuevas temporadas que intentar imponer un nuevo producto. Y hasta en TVE, comprendida la estrategia, apostarán por una precuela de la exitosa Gran Reserva antes que por intentarlo con nuevos formatos de éxito impredecible.

La ironía reside en que casi de una forma automática, las nuevas temporadas empeoran el impulso inicial. La necesidad de alargar artificialmente las tramas acaba por imponer lo formulaico. Este año apenas se ha salvado de la inercia alguna emisión. La más sorprendente ha sido Boardwalk Empire, que ha logrado urdir tramas mejor escritas, componentes más ambiciosos, personajes enriquecidos y hasta sacudirse el cierto sabor a cartón piedra de su primera temporada, tan ambiciosa como encorsetada. La ambición enfermiza, cruzada con el deseo, que tendemos a identificar de manera algo facilona con el espíritu de Shakespeare, ha logrado, como excepción que confirma la regla, convertir su tercera remesa de capítulos en lo mejor que ha dado la serie hasta la fecha.

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