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La hondura de El Pele y la fiesta de Capullo de Jerez abren la XX edición de la Cumbre Flamenca de Murcia

El veterano certamen regresa tras dos años de paréntesis debido a los estragos de la crisis

Miguel Flores, Capullo de Jerez, en una imagen de 2007.
Miguel Flores, Capullo de Jerez, en una imagen de 2007.LUIS MAGÁN

La fiesta viene, y va, con Capullo de Jerez. Sus actuaciones son un continuum que solo tienen una especie de pausa cuando, metido en bulerías, se levanta y, entre letra y letra, se da una pataíta con toda la gracia del mundo, que es decir toda la gracia gaditana y jerezana. Y luce palmito y ojos extraviados sin que le importe mucho no ser una belleza cinematográfica, aunque siempre cuenta que lo del nombre artístico, Capullo, le viene de cuando, siendo niño, su madre le decía que parecía un capullito, de tan tierno y rebonito que era.

Capullo de Jerez, junto a El Pele, abría anoche en el Teatro Circo la XX Cumbre Flamenca de Murcia, un veterano certamen por el que han pasado todas las figuras del cante jondo y que ahora, tras dos años de paréntesis debido a los estragos de la crisis, ha sido recuperado con la colaboración de la Universidad de Murcia y los teatros municipales del ayuntamiento de Murcia.

El cantaor jerezano se va metiendo poco a poco al público en el bolsillo, en una actuación que va intensificando el ritmo, desde la soleá por bulerías a los fandangos para pasar a lo tangos no sin antes intercalar, sin inmutarse, una toná. Y el público se le va entregando casi sin darse cuenta, acompañado por palmeros y el toque hondísimo de Niño Jero. El respetable, que ayer casi llenó el remozado, bello y coqueto Teatro Circo de la capital murciana, sale feliz a la calle, haciendo palmas por tangos o por bulerías, olvidándose por unas horas de que la crisis sigue devorándolo casi todo.

Antes salió El Pele al escenario, zambreándose, caracoleando. Es casi el último caracolero que queda, una vez desaparecidos, entre otros, La Paquera, Chano Lobato o Chocolate. El Pele es y ha sido de siempre de una modernidad asombrosa y poco reconocida y casi nunca comprendida. Por mucho menos otros están ya en los altares. Y ello sin dejar de ser ortodoxo, aunque a su manera, como lo era su venerado maestro Manolo Caracol.

Dolido como está de cuerpo (aunque su voz apenas lo nota) se dolió también en el alma. ¡Y cómo se duele este cantaor gitano por malagueñas!, cantadas casi en un gorgoteo a media voz, como el que dice las frases sin darles importancia, y siempre con el brillante toque de Antonio de Patrocinio hijo. Y soleá por bulerías, y luego, como para aliviar tanto duelo, alegrías gaditanas, y una propina con el popular Vengo del Moro. Habrá quien siga sin entenderlo, quien lo considere gritón, cuando sus ¡ay! y sus aparentes rupturas de la armonía melódica son un grito de frío y orfandad.

Pero el público anoche estaba de su parte, incluidos bastantes profesionales del flamenco que lo jaleaban sin parar, en un ambiente ya raro en los espectáculos de cante, a los que el público moderno acude como a la ópera, respetuoso y frío.

Comienzan así las galas de esta edición de la Cumbre, que ya ha celebrado exposiciones, homenajes y conferencias. Para hoy, con las entradas ya prácticamente agotadas, se anuncia la actuación de India Martínez, una de las últimas joyas de la inagotable fuente flamenca.

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