Sombra aquí
Cuesta aceptar que la mujer española, siempre la mejor informada de casa, sea la última en enterarse de las corrupciones de sus maridos. Raro que encuentre un Jaguar en el garaje de casa y no huela el perfume de otra. Pero cuesta más aún ver que Obama, tras acceder a su segundo mandato, haya pactado regularizar a millones de inmigrantes. Si uno hace memoria, la decente legalización de sin papelesen España contó con la censura unánime. Éramos entonces un país de primera división, rasgo consistente en el desprecio a quienes quedan por debajo. Pero aún cuesta más aceptar que la Administración norteamericana haya presentado una querella contra la agencia de calificación S&P por complicidad necesaria en la debacle económica que precedió a esto que llamamos crisis y que se asemeja más a comerse un bocadillo hecho con pan de madera.
En España las comparecencias de los consejeros de administración han supuesto el bochorno político más lamentable. Su sumisión interesada, su ratificación de cuentas sin cuestionarse los datos, su incapacidad intelectual y profesional para desempeñar los cargos por los que cobraban a bolsillo abierto dejaban en mal lugar el modelo nacional donde los trasvases entre política y negocio son infecciosos por necesidad. Formar un consejo de administración se parecía demasiado a una mesa de boda donde se reparten las sillas entre invitados del novio y de la novia.
La amnistía fiscal pretendía que los españoles nos comportáramos como la esposa del corrupto: “Yo no me enteraba de nada, señoría”. A los profesionales que se han atrevido a tildarla de coladero se les ha amenazado para que guarden silencio. Y la colonia maloliente perfumará nuestra contabilidad durante varios ejercicios. Lo grotesco es ese rebato del “querellas para todos” con el que presuntamente vamos a llegar a saber la verdad de los pagos en dinero negro. Todos dicen que se van a querellar contra todos. Queréllate, queréllate y un espejo de cristal y mírate. Suerte que las esposas ni se van a enterar y podrán coincidir felices en el gimnasio Strías. La querella española, al contrario que la norteamericana, es una querella para quedar tan amigos. De fondo suena aquel estribillo de sombra aquí y sombra allá.
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