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Los críticos se quedan con Rafael

Las 83 obras de 'El último Rafael', en el Prado es para los críticos la mejor exposición del año.

Fallecido el 6 de abril de 1520, justo el día en que cumplía los 37 de edad, esta precoz muerte de Rafael no solo acentuó su ya muy asentada fama, sino posiblemente lo convirtió en un mito para la posteridad. Sin embargo, tras tres siglos consecutivos de creciente aprecio crítico, este se enmoheció en el transcurso de nuestra época, quizá porque representaba el ideal del clasicismo. Sea como sea, la exposición El último Rafael, producida conjuntamente por El Prado y el Louvre, con el comisariado de Tom Henry y Paul Joannides y la coordinación científica española a cargo de Miguel Falomir, es posiblemente la exposición histórica mas interesante y oportuna entre las celebradas en 2012 en cualquier parte. Para el Museo del Prado, que tiene en su colección muchos y muy buenos cuadros de Rafael, junto con otros discutibles o de taller, esta iniciativa era científicamente crucial, pero, para el público en general, tenía el interés añadido de replantearse su decaída fortuna crítica, algo en absoluto irrelevante por lo antes apuntado, pero, sobre todo, porque paradójicamente quienes jamás olvidaron y, por consiguiente, jamás dejaron de mirar al maestro de Urbino fueron la mayoría de los artistas de vanguardia de nuestra revolucionaria época, desde Ingres, Géricault o Delacroix hasta Manet, Degas, Puvis de Chavannes o el mismísimo Picasso.

Con 83 obras reunidas para la ocasión, entre las que estaban también las realizadas bajo la supervisión del maestro por sus discípulos o colaboradores predilectos, como Giulio Romano (1499-1546) o Gian Francesco Penni (c. 1488 – 1528), lo que daba, si cabe, mas vuelo a esta empresa, pues nos adentraba en el sistema de trabajo del genial artista, El último Rafael fue, se mire por donde se mire, una muestra ejemplar, que, además, nos permitió ver en España una serie de obras maestras de su último periodo, como, entre otras cosas, la extraordinaria Santa Cecilia (h. 1515-16) o los retratos de Bindo Altoviti (h. 1516-18), el doble de Andrea Navagero y Agotino Beazzano (1516), el llamado La dama velata (1512-18), el de Baldassare Castiglione (1579) o el también doble Autorretrato con Giulio Romano (1519-20). En suman, aunque es difícil compendiar de un plumazo las virtudes de una iniciativa de semejante calado, El último Rafael supo conciliar las exigencias de la ciencia, la revisión del valor artístico y la educación y el placer del numerosísimo público visitante.

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