El videoarte trágico de Elizabeth Price gana el Premio Turner
El jurado del siempre polémico premio ha distinguido su instalación de vídeo en alta definición
La pujanza de los trabajos audiovisuales y su creciente presencia en las programaciones de los museos han tenido una plasmación en el influyente Premio Turner, concedido esta noche a la londinense Elizabeth Price por una instalación de videoarte que narra el trágico incendio en unos grandes almacenes de Manchester en 1979. Contra todo pronóstico, esta artista de 45 años ha logrado derrotar a los monumentales dibujos de Paul Noble, que partía como favorito, y a la gran proyección mediática de la artista de perfomance Spartacus Chetwynd.
La edición número veintiocho del galardón reportará a Price una dotación de 25.000 libras (cerca de 31.000 euros), además de la importante proyección que procura el Turner a sus receptores (artistas menores de 50 años y que hayan nacido o trabajen en Reino Unido). Su victoria ha supuesto una enorme sorpresa, porque incluso las pocas quinielas que sugerían un premio en el apartado audiovisual primaban la candidatura del director escocés Luke Fowler, autor de un documental de 93 minutos sobre la figura del controvertido psiquiatra escocés R. D. Laing (1927-1989).
En su vídeo de alta definición The Woolworth’s Choir of 1979, Price entrelaza grabaciones reales sobre el cruento suceso acaecido en Manchester (que se cobró la vida de diez personas) con imágenes de arquitectura eclesial gótica y secuencias de Internet. Los potentes sonidos de su banda sonora van creando un ambiente de creciente tensión y dramatismo en una narración heterodoxa y minuciosamente editada. Si la factura recibió muchos elogios, la pretensión de la autora de reflexionar sobre la cultura de desechos en un mundo material resultó menos convincente entre la crítica, aunque no entre los jueces responsables del veredicto final.
A pesar de la acogida que han merecido sus dibujos de metrópolis fantásticas y extrañas, miniaturas colosales ejecutadas con detalle y precisión, el londinense Paul Noble acabó finalmente apeado. Era el único de los cuatro seleccionados que utiliza un formato tradicional en su trabajo y, a pesar de la complejidad de su narrativa, el único nombre capaz de suscitar unanimidad. Quizá el hecho de que el año pasado ya venciera un candidato de consenso (Martin Boyce) jugara en su contra, porque el Turner suele hacer gala de provocar reacciones encontradas.
El nuevo auge del arte de la performance que eclosionara en los años sesenta ha tenido su representación en el Turner con la también londinense Spartacus Chetwynd, protagonista de una meteórica carrera y también de un amplio reportaje que la revista dominical de The Times le dedicó en vísperas de la concesión del premio. Los visitantes de la Tate Britain, el museo que desde principios del otoño y hasta el 6 de enero expone los trabajos de los cuatro finalistas, han asistido entre sorprendidos y divertidos a las actuaciones en vivo y de tono carnavalesco de Chetwynd (cuyo nombre de pila real es Lali) y su troupe.
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