Estrellas del rock, a la búsqueda de su voz (literaria)
Una larga lista de músicos ‘underground’ pone a prueba su talento con la novela Momus, Kristin herssh, Luke Haines, Steve Earle, Kele Okereke lanzan obras de ficción
Oscar Wilde, Hunter S. Thompson o Ernest Hemingway tal vez sean tres de las más grandes estrellas del rock que jamás escribieron una canción. Steve Earle, Joe Pernice o Henry Rollins tal vez sean tres de las más pequeñas estrellas del rock que más grandes obras de ficción hayan publicado en estos últimos años, a pesar de que aún andan a la búsqueda de cómo conectar con un público que trascienda los seguidores de su música. La literatura ha producido grandes estrellas del rock que jamás se colgaron una guitarra; el rock aún sigue buscando su gran literato, a pesar de que Dylan aparezca en las quinielas del Nobel cada año. Pero, al contrario de lo que se podría esperar, el gran escritor de ficción surgido de las cubetas de las tiendas de discos de segunda mano probablemente no será una gran estrella —a menos, claro, que la novela negra que anda escribiendo Patti Smith justifique su pasión por Roberto Bolaño—, sino un músico underground, uno que haya descubierto la futilidad de la autobiografía cuando ya nadie compra tus discos y los cuatro que se preocupan aún por tu existencia ya te siguen por Facebook.
Si no fuera de naturaleza tan elusiva (“no me gusta la gente a la que le gusto demasiado”), este fenómeno podría ser Momus (de nombre real Nick Currie y nacido en Paisley en 1960), músico escocés afincado en Japón que estos días publica en España El libro de las bromas, una de las tres novelas que ya tiene listas. “Escribir una novela me pareció extremadamente fácil”, apunta este artista total que ha escrito para publicaciones como Wired o Index. “Supongo que me sucedió eso porque mis expectativas eran muy bajas. Estudié literatura, y los libros que me leí eran muy pesados y dolorosos, por lo que crecí pensando es que era prácticamente imposible escribir un libro sin dejarse la vida en el intento. Lo que hice fue afrontar el tema como si de componer un puñado de canciones se tratara… Y resultó muy fácil”.
El hombre que formó Happy Family en el Edimburgo del post punk presenta un libro que construye historias mínimas a partir de los chistes favoritos de ciertos conocidos suyos y en el que se intuyen sombras de Rabelais, Pavese o Bataille. Ciertamente, no es la novela que hasta hace poco podría esperarse de un músico pop. “No es por hacerme el intelectual. No creo que ningún músico deba escribir un libro para justificar su intelectualidad, si acaso para desdramatizarla”, explica.
En los últimos años, el número de músicos dentro del ámbito de lo alternativo que se han lanzado a la creación de obras de ficción ha crecido exponencialmente. Desde la brillante novela de Steve Earle hasta el compendio de experiencias y pensamientos de Kristen Hersch (Throwing Muses), pasando por el árbol genealógico novelado de Mark Oliver Everett (Eels) o los ajustes de cuentas de Luke Haines (The Auteurs, Black Box recorder). Para el escritor Kiko Amat, que estos días publica su cuarta novela Eres el mejor, Cienfuegos y que es uno de los escritores que más han hecho por acortar el trecho que separa una forma de arte entronada como la literatura y una aún despreciada dentro de los confines de lo intelectual, como el rock, “en la mayoría de casos, la ficción escrita por músicos produce obras inmundas. En un par de ocasiones, feliz sorpresa: caso de Joe Pernice y Steve Earle. Libros que rozan la excelencia no solo dentro del corral de Libros de Músicos, sino en el panorama narrativo general”. De alguna manera, escribir una novela ha sustituido a lo de pintar cuadros como primera opción del músico que se muere por probar las posibilidades de transferencia de su yo creativo. “Pintar es la más alegre, como en el caso de La Chunga, pero siempre hay un riesgo, como ejemplifica José María Cano”, apuntan Hidrogenesse, iconos del underground nacional y un combo formado por dos personas con pinta de llevar una novela dentro. “Si tuviéramos que escribir algo, nos decantaríamos por la novela. Podríamos probar la no-ficción pero nunca la autobiografía”.
Amat, por su parte, denota algo heroico en muchos de los que optan por la novela en vez de por narrar sus batallas “un gesto decente, que evidencia que el tipo no se siente aún merecedor de una biografía o un documental. Un acto de humildad. Desgraciadamente, es un extraño tipo de chifladura bastante más cercano a los fulanos que un día creen poder volar y se tiran del balcón”.
Del micro a la pluma
Kristen Hersch. Rat girl (Alpha decay). Descacharradas pero irresistibles memorias de una superiviente de la primera oleada del indie estadounidense. La que fuera líder de Throwing Muses convierte esta aparente autobiografía en un ensayo sobre sus circunstancias.
E Steve Earle. No saldré vivo de este mundo (El Aleph). El fantasma de Hank Williams transita por esta notable novela escrita por una de las más singulares voces de la música norteamericana contemporánea.
Micah P. Hinson. No voy a salir de aquí (Alpha Decay). Novela corta en la que el músico estadounidense parece sublimar su biografía a través de unos personajes que parecen rescatados de un film independiente de los 90. Entre Vincent Gallo y JT LeRoy.
Mark Oliver Everett. Cosas que los nietos deberían saber (Blackie Books). El hombre que esta detrás de la barba que lidera el proyecto Eels irrumpió en el panorama narrativo con esta magnífica y tragicómica historia de sí mismo.
Bill Callahan. Cartas a Emma Bowlcut (Alpha Decay). Incómoda, inescrutable y a veces irritante, esta novela epistolar es una amplificación de los principales rasgos del carácter del genial Bill Callaham que sus seguidores llevan varias décadas advirtiendo en sus canciones.
Willy Vlautin. Vida de motel (La otra orilla). En su debut, el líder de la banda de folk rock Richmond Fontaine se abandona al legado maldito de Jim Thompson y a la ambición por el retrato minúsculo de Raymond Carver en una alrededor del alcohol y el daño que hace.
Nick Cave. La muerte de Bobby Munro (Papel de liar). La segunda novela del australiano nació como un guion y terminó siendo una especie de Muerte de un viajante en plan bastante más bruto.
Momus. El libro de las bromas (Alpha DEcay). Desconcertante y fascinante ejercicio de transhumación de la tradición oral del chiste. Como si el borracho del bar de la esquina hablara como Rebalais y andara como Jarvis Cocker.
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