La vida de Jacques Barzun fue un proceso constante de adaptación a nuevas circunstancias: como emigrado en Estados Unidos, como impulsor de una disciplina denominada Historia cultural que aún estaba en ciernes cuando él comenzó su andadura por el terreno de la investigación histórica y al fin como anciano, pues él mismo dijo en 2007: “la ancianidad es como aprender una nueva profesión que no has elegido”. Esa misma vida llegó a su fin el pasado 25 de octubre a los 104.
Barzun nació en Créteil, a las afueras de París, en 1907. Hijo de un diplomático, emigró con su familia a Estados Unidos en los años veinte. Logró entrar en la Universidad de Columbia en 1923, antes de cumplir los 16 años, graduándose en 1927 y presentando una tesis en 1932 que cinco años después se convirtió en el libro titulado Race: a study in modern superstition donde analizaba la obra de Montesquieu y rebatía el concepto de “raza”, que había empezado a ser aplicado con letales consecuencias en la Alemania de los años treinta.
A las puertas de la Segunda Guerra Mundial, en 1939, vio la luz su Of human freedom, donde escrutaba los orígenes de la democracia. Durante y después de la contienda reflexionó sobre las causas que, anidando en la vida intelectual de la época, habían llevado a Europa y a buena parte del mundo al desastre en Darwin, Marx, Wagner: critic of a heritage (1941) donde reconocía la influencia —según él dañina— de estos tres autores, a los que tildaba de “imperialistas intelectuales” y les acusaba de haber establecido en la vida intelectual del siglo XX, en su opinión, una suerte de “materialismo mecanicista”.
Aunque las hipótesis y críticas realizadas en este libro se encontraron rápidamente desfasadas, sus indagaciones se siguieron dirigiendo a la historia cultural. El historiador concebía el romanticismo como un precursor del pensamiento democrático. Los románticos eran para él idealistas amantes de la individualidad y de la libertad que intentaron construir un mundo mejor tras la caída de Napoleón. Ejemplo de esta percepción fueron Romanticism and the modern ego (1943) o Berlioz and the Romantic Century (1950). La encarnizada defensa del músico y su voluntad de restablecer su prestigio compositor en esta última monografía le costó severas críticas, en concreto, del poeta y crítico literario Hugh Auden quien afirmó de Barzun que “a veces parece un fanático para el que Berlioz es el único compositor que ha existido nunca y, cualquier crítica dirigida a él, por ligera que sea, es una blasfemia”.
La mayor notoriedad le llegó en el año 2000, cuando apareció From dawn to decadence, 500 years of western cultural life: 1500 to the present [Del amanecer a la decadencia: 500 años de vida cultural en Occidente, editado en español por Taurus en 2002]. Barzun concibió ese periodo como un accidentado tránsito hacia una decadencia occidental que se manifestó a lo largo del siglo XX. Lejos de plantear esta caída como el inicio de una edad oscura, sostuvo que ese supuesto decaimiento era producto de “un giro total y repentino de los acontecimientos” que precedería a un “periodo más brillante” que no tenía por qué ser negativo, máxime cuando él se definió como un creyente “en el caos”. Dejando a un lado la calidad de sus predicciones, su labor como historiador fue reconocida en su país: a la Medalla presidencial de la Libertad, la más alta condecoración al mérito civil otorgada por Estados Unidos, fue galardonado en 2010 con la Medalla Nacional de Humanidades.