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'IN MEMORIAM'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Franz Rosenbach, superviviente del Holocausto gitano

Ingresó en Auschwitz con solo 16 años y tuvo que desempeñar multitud de tareas vejatorias en el campo

Franz Rosenbach.
Franz Rosenbach.JESÚS SALINAS

Por unos pocos días, Franz Rosenbach no pudo ver cómo Angela Merkel inauguraba en Berlín el pasado día 24 de octubre el monumento que honra y recuerda a las víctimas gitanas del Holocausto: “Un espejo de duelo infinito que conmina a respetar la dignidad humana”, en palabras de la canciller alemana.

Se sabe que fueron, por lo menos, 500.000 gitanos asesinados por la barbarie nazi en los campos de exterminio repartidos por media Europa. Y se sabe que muchos de esos criminales escaparon sin castigo: los juicios de Núremberg no hallaron justicia para los gitanos masacrados en el Samudaripen (Holocausto, en romanó).

Franz Rosenbach, gitano sinto alemán, nació en 1927 en Horaditz (República Checa). En 1944, él y su madre, junto con otros familiares, fueron deportados al campo de concentración de Auschwitz, en la Polonia ocupada por los alemanes. Durante la II Guerra Mundial, 21 miembros de su familia fueron asesinados, entre ellos su padre y su madre. Quienes tuvimos el honor de conocerle, no olvidaremos jamás la mirada y la sonrisa de un hombre al que le tocó sufrir las más crueles vejaciones: trabajar hasta la extenuación, sin comer ni beber, sin ver el sol... Un hombre que, con tan solo 16 años, vivió la más horrible pesadilla que podamos imaginar: recoger en un canasto las cabezas decapitadas de sus compañeros de celda.

Respetuoso y cariñoso como suelen ser las personas que han vivido algo tan terrible y han logrado superarlo, Rosenbach dedicó su vida a visitar escuelas para contar su experiencia a niños y jóvenes “porque ellos son el futuro”, decía. Recibió en Alemania diversos premios y medallas por esta labor; la última, este mismo año, ha sido la Cruz Federal al Mérito Civil que le fue entregada por el presidente federal de Alemania, Joachim Gauck.

La fe y un inquebrantable optimismo es lo que probablemente permitió a Rosenbach sobrevivir para cumplir con “el deber de la memoria” y así recordar siempre a todas las víctimas, con la esperanza de que nunca más y en ningún lugar del mundo vuelva a ocurrir algo semejante.

El Instituto de Cultura Gitana le otorgó en 2011 el Premio de Cultura Gitana 8 de Abril por su coraje, su valentía y su compromiso ético en la divulgación del Samudaripen, y en su nombre a todos los supervivientes de los campos de exterminio.

Descanse en paz, Te avel kovli phuv paso Del!

Joaquín López Bustamante es director de Cuadernos Gitanos.

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