Jake Bugg, Jake Bugg
Narraciones de alienación adolescente llenas de color, acidez, ingenio y cotidianeidad
El domingo, 21 de octubre, es el aniversario de aquel funesto día en que las dudosas decisiones del vicealmirante Villenueve, los estragos de la fiebre amarilla y la sorprendente flojera del viento propiciaron la victoria de la flota inglesa. Se zampó a la armada francoespañola en Trafalgar en menos de lo que dura un partido de fútbol. Hoy la plaza de Trafalgar es el centro de Londres y la preside un imperial monumento al Almirante Nelson. Gravina, capitán de la marina española durante al contienda, tiene una calle en Barcelona de no más de 50 metros en la que solo da el sol un par de horas al día. Más de 200 años después, y nueve de cada diez historiadores -y seis y medio de cada diez redactores de blogs de música indie- aún aluden a lo acaecido en el cabo gaditano para explicar la reticencia del público español a aceptar el pop que llega rodeado de hiperbólicos parabienes de la prensa inglesa. Somos unos rencorosos, aunque el funeral de Fraga sugiriera lo contrario.
Género: Folk
Título: Jake Bugg
Sello: Mercury / Universal
Año: 2012
Puntuación: 3 y media
El último fenómeno de estas características es este chaval de 18 años procedente de un suburbio a las afueras de Nottingham, acaso la ciudad dormitorio más grande de Europa. Su álbum de debut se ha instalado en el top 10 británico y Noel Gallagher le ha escogido para que abra los conciertos de su gira europea. Pero incluso el más anglófilo de nuestros lectores no dudará en arquear la ceja ante la posibilidad de otros Embrace, de otros Stereophonics. Tras The Enemy, aquello de ‘si te gustan The Jam, deberías escuchar esto…’ perdió todo valor, si es que, claro, aún le quedaba alguno después de 1997. Ya nadie compra el NME y, como dijo el sabio Luke Haines, aún estamos esperando a que algún redactor de Mojo se atreva a hacer un chiste.
Para entender el fenómeno Bugg hay que remontarse musicalmente a Donovan y sociológicamente a The Streets. Así, Bugg es la lógica continuación de un linaje que se inició con Mike Skinner, continuó con Alex Turner (Arctic Monkeys) y culmina en él. Narraciones de alienación adolescente llenas de color, acidez, ingenio y cotidianeidad. Referencias insulares (el chico nos habla incluso de un producto de limpieza que debe ser como el KH7 a la inglesa, pues se ve que es igual de sexy) se mezclan con descripciones universales alrededor de ser joven, y odiar tanto a los concursantes de Gandía Shore como a los hipsters que leen ensayos generacionales para confirmar que son especiales y que ni la peor de las crisis les arrebatará el derecho al éxito y a un cocina de Ikea en la que hervir verduras ecológicas.
Musicalmente, Bugg también se alinea en el continuo Skinner-Turner, que es como una perfecta metáfora de lo que han sido los últimos diez años en el universo del pop que desea trascender sin claudicar ante los designios de lo que se supone que funciona. El pop que de verdad hace que sucedan cosas, o sea, el que entra por el underground y sale por el hilo musical de las grandes superficies. Así, Skinner trajo el UK Garage a las masas, algo que combinaba el hecho de ser un sonido novedoso con la posibilidad de que la cajera del súper lo silbara. Arctic Monkeys dieron un paso atrás y se conformaron con actualizar el indie rock, algo que ya no era tan novedoso. Ni puñetera falta que les hacía, la verdad. Bugg va un poco más allá en este retroceso temporal, esta suerte de carrerilla que hay que coger en la actualidad para pode pegarle un buen empujón a tu carrera –la otra opción es ser David Guetta-, y se remonta a Dylan (Troubled town), Donovan (Simple as this) o Johnny Cash (Lightning Bolt). Pero también tiene el chaval tiempo para Oasis (Two fingers) y, sobre todo, para The La’s (Seen it all).
Retro hasta decir ‘basta, me compro una bicicleta’, este disco logra no sonar desfasado, en parte gracias a la personalidad de un chico con el que hay que tener mucho cuidado para no caer en el lugar común del ‘tiene un gran potencial’, frase que, menos en el caso de Natalie Portman en Beautiful girls, acostumbra a ser la más ruidosa forma de pinchar un globo. A pesar de que en la segunda mitad del disco la calidad de las composiciones decae y en alguna ocasión puedes distraerte pensando en Kitty Daisy and Lewis, o aceptando que le has cogido cariño de forma irracional, la misma que hace que sostengas que Stanley Matthews era mejor que Di Stéfano, lo cierto es que Bugg tiene cosas que contar y una forma de contarlas que hace suya. Mientras Miles Kane a veces puede parecer un simple ventrílocuo del swinging London visto a través de los ojos de la última colección de Paul Smith, Bugg mantiene unas credenciales obreras con las que es mucho más fácil empatizar.
Valoración: 0 ABERRANTE, el mundo sería mejor sin él; 1 PRESCINDIBLE, nadie se acordará de él; 2 PASABLE, para incondicionales; 3 ACONSEJABLE, en su estilo merece la pena; 4 INDISPENSABLE, un éxito asegurado; 5 OBRA MAESTRA, uno entre un millón.
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