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opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Paz y cuentas

David Trueba

Los españoles estamos acostumbrados a pensar que todo lo que nos pasa solo nos sucede por la españolidad. Nos viene bien descubrir que además de dos Españas también hay dos Venezuelas, dos Estados Unidos o dos Argentinas. Que el Nobel de Literatura al chino Mo Yan sea recibido en su país con polémica es otro ejemplo de que no somos únicos ni para lo bueno ni para lo malo. Cada vez más en la cultura se juzgan factores ajenos al oficio: ventas, opiniones políticas o actitud pública. En este periódico se nos sirvió un artículo de Mo Yan sobre los toros que le habían encargado desde el Instituto Cervantes y su lectura inane te llevaba a entender lo que ha podido fastidiar tanto de su perfil político en la propia China. Tal esfuerzo para no significarse te llevaba a preguntarte para qué diablos había aceptado el encargo de escribir sobre algo. Pero esa anécdota clarificadora no desmerece el valor de sus libros.

Sin embargo, ha sido el premio Nobel de la Paz a la Unión Europea lo que ha desatado dos corrientes enfrentadas. Por un lado la oficial, casi institucional, que ha reconocido los esfuerzos de esta asociación de países para evitar que nos matemos los unos a los otros tan a menudo como acostumbrábamos. Por otro, un latigazo de escepticismo en vista de esta UE en el peor momento desde su fundación. Es indudable que la apuesta por Europa era la correcta y si la ciudadanía se muestra distante es por la penosa gestión de sus líderes políticos en esta crisis económica.

En ese contexto, la portada más elocuente fue la del diario francés Libération. Qué gran premio Nobel de Economía se ha perdido Europa. Porque, efectivamente, hubiera sido estupendo que los gestores contables con la doctrinaria Merkel a la cabeza se alzaran con el premio de Economía. Esa es la decepción, no el galardón a las décadas de paz. Pero cuando el Nobel de Economía lo recoja algún brillante profesor por alguna oscura ecuación pensaremos que las familias del sur de Europa merecían la grandeza de antaño, la que en una Europa arrasada tras la guerra peleó por la unidad y la igualdad en lugar del abandono y la insolidaridad.

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