Gadafi, un cadáver exquisito para la pintura
Tres artistas de renombre coinciden en el objeto de sus más recientes creaciones: el cuerpo inerte del dictador libio fallecido hace un año
Ciertas muertes y sus circunstancias, ciertos nombres cincelados sobre las lápidas frescas alarman y fascinan a partes iguales, en ocasiones saltando por encima de cualquier masa de anónimos apilados y desmembrados como las muchas con las que los vivientes comparten existencia diaria, los más desafortunados en directo, el resto a través de las imágenes. Un cadáver que recientemente ha capturado la atención de varios artistas, que han coincidido en representarlo en pintura, es el del dictador libio Muamar el Gadafi, asesinado hace ahora una año, el pasado 20 de octubre. Jenny Saville, Luca del Baldo y Yan Pei-Ming, británica, italiano y chino, los tres nombres candentes del panorama contemporáneo, han realizado más o menos paralelamente en el tiempo sendas representaciones de uno de esos difuntos que, por serlo, dan sentido y razón de ser al morbo.
La coincidencia –o tendencia-, que destapó The Art Newspaper, puede entenderse, dice Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, como una materialización del zeitgeist. Una muestra del espíritu de los tiempos. “En los medios se reproducen cada vez más muertes y con detalles inéditos, mientras que antes había un cierto pudor”, señala. “Además, hay que tener en cuenta que vivimos en una época en la que todo es susceptible de ser transformado en mercancía”. El carácter icónico que adquieren ciertas efigies una vez cercenada la vida que albergaban –véase el caso del Che Guevara, de John Fitzgerald Kennedy- es, cree, otro de los motores. "A partir de los años 50 ese fue el tema de muchos artistas, como Hamilton o Warhol".
Luca del Baldo, cuyas influencias reconocidas van desde Rembrandt, a Goya, Soutine, Lucian Freud o Antonio López, lleva años trabajando con los cadáveres como modelo de su obra. “Pinto el cuerpo humano porque amo plasmar la carne”, explica vía correo electrónico. “Esta representa el mundo de la imagen hipertrófica, un simulacro, una ficción que absorbe lo real e intenta compartirlo en una nueva realidad repetitiva e hipersimbólica”. Con Todkammer (La habitación de los muertos), una serie que llevó a cabo en 2007, ya se encargó de dejar para la posteridad pictórica la representación de cuerpos inertes en los que un día habitaron personajes como Dalí, la Madre Teresa, Franco o Mussolini. “Mi mensaje es que el cuerpo humano o el cadáver es una inspección visual, la puesta en escena o el exorcismo de una pesadilla colectiva sobre la muerte”.
El origen de su Ubu Roi, Cabeza de Gadafi, del que ha realizado dos estudios que expondrá en diciembre en el Centro de Congresos Medioevo de Como, en Italia, surgió en el mismo momento en que la imagen de la cabeza del dictador atravesada por una bala saltó al unísono a las pantallas de todos los hogares del mundo. “Inmediatamente pensé que era visualmente poderoso y formalmente interesante para realizar un cuadro”. Aunque para él todo cuerpo sin vida alberga en sí un interés, el de Gadafi lo tiene aún más por el hecho de ser ampliamente conocido. “Pienso en la relación a una imaginería religiosa totalmente secularizada en la que el cuerpo de Cristo azotado y sangriento en las iglesias y en la Historia del Arte, objeto de adoración y piedad en el pasado, se ha transformado en un cuerpo donde la violencia es un fin es sí mismo”.
Saville, compañera de Damien Hirst en la llamada generación Sensation del arte británico, se encuentra trabajando en su propia versión de la mediatizada imagen. En un foro de arte contemporáneo en Oxford, donde reside, apuntó hace unos meses que la razón de su perturbación, que luego transformó en creación, más que el propio cuerpo del sátrapa, fue el espectáculo que desató su exhibición. “Ahí yacía ese increíble cuerpo en un congelador con cientos de manos sujetando sus móviles”, afirmó. En una entrevista con The Brooklyn Rail, Ming también arrojó algo de luz sobre su decisión de rescatar del limbo la imagen del dictador. “Él perpetró numerosos crímenes para después convertirse en víctima. Si hubiera ganado la guerra, si hubiera ganado esa batalla, habría otras víctimas en su lugar en la pintura”.
Más allá de las valoraciones estéticas o morales de representar a alguien real, un hombre que lo fue, amoratado, hinchado y ensangrentado -por cruel e infame que pudiera haber sido en vida-, ¿qué dice de nuestra sociedad esta pequeña eclosión artística en torno a Gadafi muerto? "El siglo XXI es la era de las nuevas tecnologías no solo como elementos técnicos, sino como medios para hacernos ver el mundo de una manera", resume Borja-Villel, "y lo que en una época era un modo de representar las cosas, ahora es un elemento de consumo: hoy se devoran las imágenes".
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