El compromiso de Chillida
Diez años después de su muerte, cada cual puede celebrar de Eduardo Chillida la faceta artística o humana que prefiera. Por mi parte me gusta recordarle en las concentraciones de Gesto por la Paz en la plaza de Guipúzcoa de San Sebastián, a las que asistió asiduamente desde el primer día. No es fácil olvidar su presencia, amablemente erguido sin arrogancia en compañía de Pilar, primero porque no éramos muchos los reunidos —un par de docenas todo lo más— y luego porque sin duda era la personalidad más célebre del grupo. Después esas concentraciones se hicieron multitudinarias y acudieron fotógrafos y prensa, pero en aquellos comienzos se mantenían casi clandestinas. No se ganaba precisamente popularidad ni renombre público asistiendo a ellas, más bien lo contrario: solo piadosas burlas en el mejor de los casos, amenazas abiertas o encubiertas en el peor. Pero allí estuvieron junto a los demás, con nosotros, Eduardo y Pilar. Sin alharacas ni aspavientos que no les iban, pero firmes.
El pasado agosto tuvo lugar en Chillida Leku una jornada de recuerdo y homenaje al escultor, con música y palabras. Y los asistentes no pudimos dejar de lamentar que ese lugar, a mi juicio y al de otros más solventes uno de los museos al aire libre más hermosos de Europa, permanezca cerrado al público en general por culpa de malentendidos burocráticos y trabas económicas. Sería un oprobio para todos que no se solventasen pronto los problemas que motivan tal clausura. Uno de los alicientes de la jornada de homenaje fue la presentación del libro Cien palabras para Chillida, ideado y editado por Susana Chillida, en el que más de un centenar de amigos y admiradores del artista, tanto españoles como extranjeros, dejamos breve constancia escrita de nuestra estima por él.
Me gusta recordarle en las concentraciones de Gesto por la Paz en San Sebastián
Me gusta recordarle en las concentraciones de Gesto por la Paz en San Sebastián
Naturalmente, no ignoro que el prestigio duradero del artista se basa en otros méritos. Pero me parece dolorosamente revelador que ahora, hoy, en los llamados “nuevos tiempos”, se silencie o pase por alto un compromiso humano que ayudó a muchos que se sentían abandonados por todos a soportar tiempos atroces. Y se queda uno pensativo ante la omisión de tal reconocimiento. ¿Acaso ya semejantes actitudes cívicas carecen del debido glamour en el momento actual? ¿Es preciso callarlas para no dejar en mal lugar a quienes las omitieron o las criticaron en su día? ¿Resulta inconveniente recordar, mientras se intenta fraguar una imposible memoria oficial que contente incluso a los desmemoriados, que no todos se quedaron prudentemente en casita hasta ver en qué quedaba la cosa?
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