Helga de Alvear regresa a los años ochenta
La galerista, muy activa desde 1980, vende piezas de su colección por el mismo precio que las compró hace décadas
La galerista Helga de Alvear (Kirn/Nahe, Alemania, 1936) es la única española que periódicamente aparece entre los personajes más influyentes del mundo del arte. Galerista desde que en 1980 se sumó al equipo de Juana Mordó, Alvear es sin duda la profesional más importante de este país y, pese a la crisis, está dispuesta a defender su negocio con todas las armas a su alcance. La actual exposición de su galería, Orígenes, es una buena prueba de ello.
Para animar la temporada, Helga de Alvear ha organizado una pequeña (en número) retrospectiva colectiva con obra de los primeros artistas que pasaron a formar parte de su impresionante colección personal: Angela Bulloch, Philip-Lorca Dicordia, Peter Hutchinson, Imi Knoebel o Thomas Ruff. Todos son hoy cotizadísimos artistas descubiertos por Alvear durante las dos últimas décadas. “He decidido hacer un homenaje a los coleccionistas y para que se animen, vendo estas obras (fotografía, vídeo, escultura), exactamente por el mismo precio que pagué cuando las compré”. Un paisaje de Peter Hutchinson se puede conseguir por 3.000 euros o un montaje de Imi Knoebel por 6.000. El pasado jueves, una gran parte de las obras exhibía ya el ansiado punto rojo que significa que la obra ha sido adquirida.
“No estoy dispuesta a quedarme de brazos cruzados viendo como todo se desmorona”, argumenta la galerista. “No podemos dejarnos intimidar ni esperar a que alguien nos resuelva las cosas porque nadie lo va a hacer. Tenemos que salvarnos nosotros”.
Helga de Alvear es consciente de que el momento para el mercado del arte es pésimo (se ha contraído un 33% el pasado año) y que la subida del IVA al 21% es trágico, pero opina que no hay nada peor que quedarse sentado mano sobre mano. “A muchos les extrañará que venda obra al mismo precio de compra. Pero es lo primero que se me ha ocurrido y no pierdo tiempo pensando.”
Cada una de las obras que ahora están a la venta en su galería tiene una historia de amor para ella. Asegura que no fueron adquiridas para enriquecerse. Ella es de las que siempre ha apostado por las piezas que le gustan sin más. Cierto es que esas apuestas tan personales han resultado ser después grandes inversiones y han marcado la pauta entre los coleccionistas. “Solo se trabajar de esa manera y lo voy a seguir haciendo”, anuncia.
Mientras recorre con la vista las obras que cuelgan de las paredes, confiesa que cada vez está más de acuerdo con los planteamientos de uno de los artistas más radicales de su galería: Santiago Sierra. “Dan ganas de decir “No” a todo. Mira que me he peleado con él y ahora no puedo más que reconocer que tiene más razón que un santo”.
Babelia
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