Revelación
Las convenciones de republicanos y demócratas tuvieron algo de agravio comparativo. La primera tuvo padrino de excepción, nada menos que Clint Eastwood, que apoyó a Romney desde el ala libertaria que tan bien representan los héroes solitarios del western. En filas demócratas, Obama recurrió al calorcito de Eva Longoria y Scarlett Johansson. El pasmo fue comprobar que al día siguiente no hubo editoriales incendiarios contra la participación de artistas en la vida política ni subió el IVA de cine y teatro ni ningún votante herido tomó la resolución de jamás comprar la entrada para otra película de Hollywood. En sus avatares políticos Estados Unidos a veces expresa cierta superficialidad, pero tras ella pueden esconderse formas básicas de respeto.
La revista The Daily Beast, que dirige para la Red la antigua responsable de Vanity Fair, Tina Brown, y que toma nombre del periódico de ficción La Bestia Cotidiana salido de una novela de Evelyn Waugh, encargó a Martin Amis que asistiera a la convención republicana, y sus conclusiones transmiten alarma. En su relato, el candidato republicano a la vicepresidencia, Paul Ryan, es un depredador que soltó un buen puñado de mentiras, sin un pellizco de autocrítica, convencido de que de la crisis nos sacará desregular los mercados y bajar los impuestos a los ricos.
Las elecciones norteamericanas tienen sabor a elecciones mundiales. Obama pelea ahora por no salir debilitado de la crisis del alzamiento integrista. Se ha escarbado en los basureros visuales para encontrar algo que justifique la indignación masiva. En búsqueda de agravios, pronto alguien que insulte en un campo de fútbol con una frase blasfema podría provocar el ataque nuclear sobre su país de residencia. A Amis le perturba Romney, ese gran corazón salido de una pequeña ciudad, como lo define la publicidad. También su pertenencia a una iglesia, que como nos recuerda el escritor, reconoció que los negros eran iguales que los blancos cuando el actual candidato contaba 31 años. Una revelación que hoy permite asistir a elecciones reñidas de las que depende la suerte del mundo. Ese mundo que aún espera tantas revelaciones para alcanzar cierta paz.
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