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El grito de África hecho mujer

La Mar de Músicas rinde tributo a la gran cantante de Malí Oumu Sangaré

Amelia Castilla
Oumu Sangaré, en plena actuación en La Mar de Músicas.
Oumu Sangaré, en plena actuación en La Mar de Músicas.JUAN FRANCISCO MORENO (EFE)

En Wasalu, la tierra que vio nacer a Oumou Sangaré y cuya música representa, las canciones contienen propiedades mágicas, como ahuyentar a los malos espíritus o proteger de los animales salvajes. Siendo una niña, Sangaré abandonó con sus padres esa región maliense para buscarse la vida en Bamako. Con apenas cinco años, ya cantaba en bodas y bautizos con su madre. Si como dice un proverbio bambara el mejor maestro del hombre es el sufrimiento, la cantante ha superado con creces las enseñanzas de semejante escuela.

Convertida ahora en la gran diva de la canción africana, aprovecha cualquier aparición pública para denunciar la situación de las mujeres en Malí: poligamia, ablación, matrimonios forzosos y todo el peso del trabajo en el campo, donde solo para buscar agua hay que recorrer varios kilómetros a pie. Su labor humanitaria y su categoría profesional fueron recompensadas en la noche del martes en el auditorio del Batel de Cartagena con el primer premio La mar de músicas. “Sangaré es la voz de todas las mujeres de África”, aseguró la exdirectora de Radio 3, Lara López, antes de que el escritor Javier Reverte entregara el galardón.

Alta, robusta, con un traje de seda con estampados africanos, adornada con las joyas típicas de su país y un peinado digno de una reina, la cantante dedicó emocionada el premio a sus colegas del norte de Malí, donde la guerra amenaza aún más sus terribles condiciones de vida. Fue solo el preámbulo de una noche cargada de emociones. La banda del percusionista indio Trilok Gurtu y el saxofonista noruego Jan Garbarek arroparon a la cantante en un concierto memorable en el que el mejor jazz se hizo africano.

La química entre los tres artistas, que llevaban casi cuatro años sin compartir escenario, fue total. Empezó Gurtu con su banda y su cascada de percusiones capaces de reproducir desde la música griega a la balcánica o los silbidos de una tormenta de arena; cuando la música se acercaba a los sonidos de Rajastán se unió Garbarek con uno de los saxos más líricos del jazz contemporáneo.

La música en Malí apenas suena, alcanzada de pleno por la difícil situación política; pero hace unos años el país del Sahel se convirtió en uno de los puntos neurálgicos de las músicas del mundo. En uno de sus viajes a Bamako, Gurtu conoció a Sangaré y quedó prendado de su timbre agudo. En paralelo, el percusionista indio mantiene con Garbarek una relación de antigua amistad y no tuvo más que comentarle lo que pretendía para que el saxofonista noruego se apuntara el proyecto de fusionar tres culturas diferentes.

Antes de la presentación ante el público cartagenero, pasaron la tarde ensayando. Como buena musulmana, Sangaré (Bamako, 1968) practica sus cinco rezos diarios y sigue el Ramadán sin probar ni una gota de agua pero aguantó el tipo pese al mareo. La cantante debutó precisamente en Cartagena, en 1996, cuando todavía era una perfecta desconocida. Conoce la ciudad y se siente cómoda. El lunes actuó con Bela Fleck, en el Parque Torres, el escenario estrella de este festival que cumple su XVIII edición y que, afectado por los recortes, ha reducido a diez días su programación, dedicada en esta ocasión a las nuevas músicas africanas.

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