Guapos y nobles cebadas
Cebada / Marco, Morenito y Nazaré Cuando el toro es bueno y no surge el buen toreo, brota la sosería, la vulgaridad y el cansancio
Cuando el toro desarrolla nobleza, hay que torearlo, sentirlo, decirlo… Si no surge el toreo bueno, brota la sosería, la vulgaridad y el cansancio. He aquí uno de los problemas del toreo moderno: toda una vida esperando ese toro que vaya y venga, que acuda al cite con prontitud y repita incansable en la muleta; y cuando aparece, el torero no se siente capaz de estar a su altura, trata de dibujar los pases que ha soñado y solo acierta a trazar trapazos infumables.
CEBADA/MARCO, MORENITO, NAZARÉ
Toros de Cebada Gago, bien presentados, de bella estampa, serios, astifinos, mansones y nobles; destacaron primero, segundo, cuarto y sexto.
Francisco Marco: pinchazo y estocada (vuelta); estocada caída y un descabello (oreja).
Morenito de Aranda: pinchazo y estocada atravesada (silencio); dos pinchazos _aviso_ media tendida (silencio).
Antonio Nazaré: estocada (ovación); pinchazo y estocada (oreja).
Plaza de Pamplona. 9 de julio. Tercera corrida de feria. Lleno.
Algo de esto les ocurrió a Francisco Marco y Morenito de Aranda, que tuvieron en sus manos toros nobles y solo transmitieron frialdad. Dieron pases y pases mientras los mozos cantaban y bebían, y no pasó nada. Ninguno de los dos consiguieron acallar a las masas y atraer la atención de los tendidos. No fue ese el caso de Nazaré, que se gustó de verdad con el muy noble sexto, cantó la hondura y el temple del toreo bueno, y quienes habían pensado en marcharse decidieron aguantar porque, al final, lo que ocurría les merecía la pena.
Por cierto, la corrida de Cebada Gago sorprendió a todos. Lleva consigo la leyenda cierta de la agresividad, la fiereza y el peligro, y resulta que, unos por otros, todos los toros derrocharon bondad, y ninguno hizo nada feo que confirmara los malos augurios. Además, fue una corrida guapa de verdad, toros preciosos, armónicos, serios, cuajados y astifinos. No hicieron una bella pelea en varas, aunque solo el tercero manseó alegremente en el piquero, y cuatro de ellos llegaron al tercio final con calidad en su irregular embestida. Pero nada del toro duro, correoso y deslucido de tardes anteriores.
A pesar de todo, Francisco Marco solo cortó una oreja que fue un regalo de sus paisanos. Seguro que su historia es encomiable y fruto de un sacrificio y una constancia admirables. Hace bien la empresa es darle un sitio porque, seguro, lo merece, y se nota el cariño que le profesan los suyos, Además, no se le puede negar al torero su decisión y entrega, pero se le nota demasiado que torea poco. Y su toreo es mudo, dice poco, casi nada, no se le oye. Dio muchos pases -le tocó en suerte el mejor lote-, pero los suyos no dejaron de cantan, comer y beber. Es acertado afirmar que estuvo correcto y aseado, por no decir que muy por debajo de sus oponentes, que no se cansaron de embestir para que su matador alcanzara el triunfo de su vida. Pero la calidad no se aprende. Este puede que sea el problema de Francisco Marco. Le acompaña el afecto y la suerte de ser profeta en su tierra, pero el pellizco es un don, y no depende de la voluntad de los paisanos.
Tampoco estuvo a la altura exigida Morenito de Aranda, conformista y ventajista ante su primero, al que le hizo una faena larga, sosa y aburrida entre la algarabía general. Apagado y corto de embestida fue el quinto, lo que tapó de algún modo el poco acierto del torero.
Muy animoso y con otras hechuras se presentó en Pamplona Antonio Nazaré, necesitado del triunfo, y poseedor de más clase que aparente decisión. Se justificó sobradamente ante el soso tercero, y templó con hondura y clase la bondadosa embestida del sexto, al que recibió con unas olorosas verónicas. Pinchó antes de cobrar una estocada y su premio se redujo a una oreja. Quizá, a él le falte el ánimo para dar importancia a su toreo, para apasionarse y encandilar a los tendidos. Pero dejó la impronta de que es un torero diferente. Ojalá le lluevan las oportunidades para que pueda demostrar que es torero caro. O, mejor, ojalá se lo crea él con toda su alma para que se enteren de una vez los demás.
Babelia
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