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Penúltima parada en la estación del éxito de Brooklyn

Friends es el nuevo fenómeno pop surgido en la meca de la modernidad

Daniel Verdú
El grupo de Nueva York, Friends.
El grupo de Nueva York, Friends.

La estadística revela que si estudiaste en la facultad de arte y vives en Brooklyn, en algún momento se te pasará por la cabeza la original idea de montar una banda. El porcentaje de acierto aumenta si al pronóstico de barra de bar añades que el grupo se evaporará casi más rápido de lo que ha surgido sin dejar el menor rastro. Debe ser inquietante ingresar voluntariamente en ese escaparate. “No, no me asusta. Y no creo que vayamos a desaparecer tan rápido. Aunque no creas que esto me parece muy real. Si cuando salga el álbum no le gusta a nadie, haremos otra cosa”, dice Samantha Urbani, cantante (24 años) del penúltimo y meteórico fenómeno pop surgido del barrio a orillas del East River.

El álbum ha salido ya, se llama Manifest!, y pese a que no es tan original como prometían sus singles, todavía no les ha enterrado. Que ya es mucho en este circuito. La conversación tiene lugar horas antes de su actuación en el pasado Primavera Sound (a principios de junio), donde acudieron con la carta de presentación del éxito de los cuatro temas que lanzaron en la Red y que habían grabado solo un mes después de comenzar a trabajar juntos. Sin que nadie supiera de qué son capaces realmente, este verano han llegado a tocar en dos festivales el mismo día. “¿No es una locura? Al principio no teníamos ninguna presión ni nadie esperaba nada. Éramos nosotros. Un año más tarde estamos grabando el álbum y tenemos mánager, sello, abogados, discográfica… hay que hablar con todos y ese entorno distrae un poco”.

Friends es un pastiche sonoro con elementos del Nueva York de los ochenta, incluso una cierta idea de lo que debe ser el show (“me gusta estar al nivel del público, como sucedía antes en el underground”). Tienen funk, usan el hip-hop (o algo parecido) y poseen esa patina de Brooklyn que da brillo a toda una producción donde ha participado Paul Epworth (Adele, Florence and the Machine...). Sobre el escenario suenan mucho más divertidos que en su versión enlatada. “Una banda como la nuestra recibe atención al no estar muy pulida; es auténtica, aprendemos mientras hacemos”, sostiene. El nombre del grupo parecería surgido de otro arrebato de llaneza. Son amigos (friends), ¿no? Pues finiquitado: ahí estaba. “Posironía”, prefiere llamarlo ella. Así que, al final, nada de llaneza.

La banda, que empezó casi por casualidad cuando una plaga de insectos empujó a dos de sus integrantes a casa de Samantha temporalmente, ha crecido mientras subía y bajaba del escenario. Insólitamente rápido. Al sexto día de juntar los primeros acordes, ya daban un concierto. “Hemos tenido consistencia desde el principio. Pero vamos aprendiendo. Cada tema está producido en un estilo diferente más que buscando un retrato global del álbum. Si entiendes eso, el disco te parecerá interesante. Pero soy muy autocrítica y ya estoy lista para la siguiente cosa. Es solo la primera vez”, dice como si algo no le convenciera ni a ella.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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